Al desespero y la frustración de estar sufriendo una debacle, una apabullante goleada de visitante acompañando al seleccionado del Real Santander en uno de los tantos eventos que aún falta por disputar en el Torneo Nacional Difútbol Sub 15, se sumaba el sinsabor vergonzante de jugar en aquel ‘potrero’, denominado como estadio por fuerza de la costumbre y el deseo: el “Ciro Palomo Silva” de San Gil.
Una grosería anclada en la parte alta de la Perla del Fonce, en una margen del barrio La Villa Olímpica, entre la carrera 21 y la calle 15.
Los técnicos locales se solazaban con el marcador que tenía aburridos a los papás visitantes enfrentando al Cacique Guanentá, que ya los apaleaba en el desvencijado escenario, pero no era por burla sino por la certeza de que los suyos ya saben cómo moverse en ese escabroso lote. Los locales jugaban como peces en el agua, literal, puesto que algunas zonas de la apodada Villa Olímpica, estaban inundados.
Gerardo Peña, padre de uno de los niños que calentaba para participar enseguida de un encuentro de la Sub-12, aseguró que no solo es un problema de nula o mala inversión, “es que los políticos anteriores no le metieron nada. Es abandono y mejor no le digo lo que han hecho los vándalos. No hay quien cuide, hay un solo señor, pero eso qué…”.
Su rostro bonachón se arrugaba como quien prueba limón de solo pensar que “es lo que hay”, al tiempo que sacudía con su mazo el plástico templado de un bombo, como parte instrumental del estropicio de la barra local. Allá en la cancha de retazos de brusco y barro, los quinceañeros contaban una a una las anotaciones que sumaríamos y nos traeríamos, en contubernio con los árbitros.
“Difícil jugar contra catorce (tres jueces y once chicos)” ironizaba una madre que había hecho la travesía para asistir al desafío futbolero.
Ella tampoco se explicaba la actitud ni de los de negro ni del celador ‘intocable’ que estaba más atento a que no se metieran perros a hacerse del cuerpo en la poca grama del polvorín, que de otra cosa.
Al ingresar, a mano derecha de ese lugar adecuado para el fútbol, una gradería enmohecida pintada con una tricromía azul, roja y algo parecido al verde, sirve como lugar de paso para los chulos, porque su arquitectura quedó girada, atravesada como la iglesia de Vélez.
“Cuando remodelaron esto, las gradas quedaron en contra vía de todo lo demás, pero ya estaban fundidas; dicen que las van a derribar cuando remodelen (otra vez)” recordó entre sofoco y rabia una vendedora de agua a quien también acosaba el viejo celador que creería vigilaba el entorno del Maracaná.
Otro de los técnicos que observaba el desarrollo enlodado de los 90 minutos, dijo con seguridad y pidiendo reserva de su nombre por aquello de las relaciones públicas, que “los nuevos (la administración que apenas lleva 145 días mal contados) ya tienen el plan para mejorarlo. Deben hacerlo, porque en este terreno entrenan unos mil deportistas de las siete escuelas de fútbol que hay en San Gil”. Una población que, de acuerdo con el DANE, el año pasado sumaba los 62.009 ciudadanos: 32.692 mujeres y 30,.17 hombres.
Claro que un millar es un mundo de chicos que buscan figuración deportiva, sino que lo digan los recientes ganadores de los juegos que se realizaron en Cúcuta.
Ahora, la última noticia que hay sobre pasto fresco en el “Ciro Palomo Silva” data de julio de 2015, cuando las autoridades municipales anunciaron una inversión cercana a los 2.100 millones de pesos para remodelación y adecuación. Y se hizo, afirman los hinchas frecuentes, pero pasados nueve años de eso solo hay recuerdos, mucho barro e inconformidad.
Claro, ahí está la ‘nueva gradería’, pero donde se les ocurra ir al escenario que tiene de estreno San Vicente de Chucurí, se les cae la cara de vergüenza a los encargados guanentinos. Esa sí es una, modesta, villa olímpica.
En San Gil hay futuro, disciplina, ganas, garra, pero poco espacio para la demanda deportiva, así sumen el Alcantuz y la otra estructura “ocupada por adultos mayores haciendo ejercicio. Con eso no se puede contar para llevar a cabo programación o competencias; el escenario público real es este”, insistió uno de los dirigentes locales.
Por eso la ‘resignación’: “… es lo que hay”.
¿Qué dice el InderSanGil?
Edwin Pinilla Rueda, actual director del InderSanGil, aseguró que preciso este martes se reuniría con algunos directivos de escuelas de fútbol de ese municipio, para concretar posibles adecuaciones, como el mantenimiento temporal con arena de peña. “Sembrar grama causaría un colapso, porque no habría espacio para la cantidad de deportistas que usan ese escenario. Sí, está deteriorado, el pasto (estrella) es de potrero, pero adecuarla nuevamente con ella sería paralizar las prácticas ahí. Con el Alcvalde sabemos que debemos pensar en un escenario alterno, por el índice poblacional, es necesario, pero tampoco fácil porque los terrenos de acá son muy quebrados”.
El funcionario precisó que sí han hecho inversiones en otros lugares, pero en el Ciro Palomo Silva solo habrá adecuaciones temporales para no detener los eventos.