Casandra recibe del dios Apolo el don de la profecía y también la maldición de que nadie, jamás, crea en sus vaticinios. Troya sucumbe a pesar de las advertencias de la sacerdotisa quien vio el caballo y el fuego con suficiente tiempo para cambiar la historia.
A la maldición que persigue a los que anticipan los hechos, a los que dicen lo que nadie quiere escuchar, se le conoce como Síndrome de Casandra. Lo padecen los científicos que llevan décadas alertando sobre la crisis climática y lo padecen también los biólogos colombianos, ignorados, insultados y hasta amenazados por advertir el desastre ecológico y social por la invasión de los hipopótamos en el Magdalena Medio.
¿Por qué el Estado sigue manicruzado ante la evidencia sobre los impactos negativos y la ciudadanía, en gran parte, tolera esa inacción? Los medios —incluyendo este, por supuesto— tienen mucho que ver. Aquí va una historia.
A mediados de 2007 pobladores en la vereda Bodegas, en Puerto Berrío, empezaron a correr la voz sobre un hipopótamo que rondaba los márgenes del río San Bartolo, entre Puerto Berrío y Yondó. La presencia del animal se hizo más notoria, igual que su agresividad inusual. Empezó a atacar canoas de pescadores, invadir fincas y aplastar terneros.
Las autoridades convocaron de urgencia a 70 familias de la zona. La instrucción era clara: estaban obligados a cambiar los hábitos que fueran necesarios para evitar encontrarse al animal. Pero nada sirvió. Los expertos se percataron de que se trataba de un macho joven en pleno proceso de conquista de ese territorio. La agresividad no iba a parar. La tragedia era inminente. Era cuestión de días para que niños, pescadores y labriegos tuvieran un destino similar al de los terneros de la finca Las Mercedes.
Corantioquia y el Ministerio de Ambiente se propusieron capturarlo y tocar puertas aquí y en el exterior para que algún zoológico o santuario lo recibiera. Nadie atendió el llamado. Así que dieron el siguiente paso, amparados por la ley y con la preservación de la vida humana y del ecosistema como prioridad.
Cazadores alemanes entrenados recibieron la autorización, buscaron y dieron caza al animal de manera inmediata en junio de 2009. Hasta ahí llega la historia real.
Luego llegó la que fabricó la prensa. Al macho juvenil le pusieron nombre: Pepe. Le otorgaron una personalidad y una historia: un joven rebelde expulsado de su manada que solo buscaba un hogar para su compañera y su cría. Repartieron papeles antagónicos: Corantioquia, el gobierno y hasta los quejosos nativos.
También apareció un héroe improbable. Una juez que desde Medellín le ordenó al Estado no hacer lo que por ley y por evidencia científica debía hacer: controlar la invasión de esta especie. Su cometido lo cumplió. Los hipopótamos prosperaron sin oposición desde entonces. Eran uno 20 en ese momento, hoy son 169, pero la cifra real podría ser 215.
La amenaza de los hipopótamos contra el Magdalena Medio, sus recursos y su población, solo es comparable con la maldición del oro, el conflicto armado y la deforestación con la cual los colonos se abrieron paso para enriquecerse con el suelo fértil de la región. No es opinión, lo dice la evidencia.
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Hace apenas un mes el Ministerio de Ambiente liberó un informe crucial que tenía engavetado hacía cinco meses. El documento final con las acciones de manejo, control y erradicación de esta especie invasora, fruto del trabajo de 28 expertos que se metieron de cabezas al Magdalena Medio, recogieron un arsenal de pruebas, hablaron con cientos de comunidades y se quemaron el coco con complejas modelaciones.
Registraron 169 hipopótamos, lo que quiere decir que en realidad la cifra puede estar entre 181 y 215. Viven en siete grupos en un área estimada de 43.342 kilómetros cuadrados.
Los grupos de Nápoles, Cocorná y Tolones están en fase de invasión total, habitan con recursos suficientes para seguir prosperando. Los del Nare y Berrío están en fase de invasión 3, es decir, aunque se alejaron mucho de su punto inicial ya son autosostenibles y se reproducen a buen ritmo. Y los de Yondó y Momposina están sobreviviendo, aunque al parecer no se reproducen, pero tienen el Magdalena como autopista para explorar nuevos hábitats. Casi la mitad del total de los hipopótamos son crías o jóvenes.
Ante las abrumadoras conclusiones del documento y la presión de ciudadanos y academia, la ministra de Ambiente, Susana Muhamad, se comprometió a entregar en cuestión de días el plan del Gobierno para el manejo de los hipopótamos, apoyado en el informe entregado por el Instituto Humboldt y el Instituto de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional.
Sin embargo, hasta ahora nada ha pasado. El Gobierno asumió la postura de sus antecesores: dilatar y evitar tirarse al agua con las decisiones necesarias. El problema es que tiempo es lo que ya no hay. Rafael Moreno, uno de los investigadores del Humboldt que hizo parte del informe, le exigió al presidente Gustavo Petro y a la ministra Muhamad que adelanten de una vez por todas la implementación de las acciones propuestas, que tienen todo el soporte científico, técnico y normativo.
La advertencia del biólogo es clara: el fenómeno del Niño intensificará los conflictos con los hipopótamos.
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Los hipopótamos tienen la capacidad –como muy pocas especies– de modificar drásticamente el entorno físico. Los registros aéreos incluidos en la investigación constatan cómo estos animales abrieron canales, transformaron la dinámica hidrológica alterando la disponibilidad de hábitat, los recursos necesarios para la subsistencia de decenas de especies y los procesos ecológicos a diferentes escalas.
Los análisis del Humboldt, el Instituto Sinchi, Invemar y Universidad Nacional realizados en 2020 señalan que ante el aumento de temperatura por el cambio climático también aumentará la compactación de los suelos por la presencia de los hipopótamos.
Está demostrado que estos invasores reducen la abundancia de macroinvertebrados, eslabón clave en la cadena alimenticia acuática. Esto significa que especies de peces necesarias para el sustento de miles de personas desaparecen o se desplazan. Se sabe desde hace años que los hipopótamos consumen 50 kilogramos de hierba diaria, lo que apenas se supo es que hay 200 especies de plantas en su potencial dieta y tres de estas endémicas, que cumplen funciones irremplazables en el ecosistema.
Y a medida que escasea el agua, que los suelos se compactan y que el hábitat se pone agreste, la territorialidad y agresividad de estos animales aumenta. Los chigüiros, esa carismática especie de la que el país se ufana hasta en películas de Disney, están siendo arrasados y desplazados de los cuerpos de agua que antes ocupaban.
A los humanos y al ganado no les va mejor. Particularmente en tiempos de sequía, los hipopótamos no solo ‘prohíben’ al ganado acercarse a tomar agua, sino que asaltan sus pastos y arrasan cultivos. Alberto Martínez, quien ha recorrido desde hace 60 años todos los rincones del Magdalena Medio y trabajó incluso en la Hacienda Nápoles, recuerda que el Fenómeno del Niño entre 2015 y 2016 acabó con cientos de cabezas de ganado y asotó con hambre a las comunidades pesqueras. La región tiene al menos cinco municipios en el listado del Ideam de localidades susceptibles a desabastecimiento de agua en temporada seca.
En la comunidad las Cacaoteras, jurisdicción de la Hacienda Nápoles, ocurrió un caso que nunca salió a la luz pública. El administrador de una finca se vio obligado a subir el voltaje de la electricidad al cerco luego de que un hipopótamo atentara contra su vida y la de su ganado varias veces. El animal murió electrocutado por 220 voltios y fue enterrado en el mismo predio, sin ser reportado en el momento a las autoridades.
En comunidades anfibias de Puerto Nare y Puerto Triunfo han ocurrido decenas de episodios que tampoco han trascendido en la opinión pública. Allí, los niños que van a la escuela en Las Angelitas y Santa Bárbara, a la altura del pozo de Ecopetrol 37, deben hacerlo en canoas artesanales hostigadas con cierta frecuencia por hipopótamos. Le ocurrió a un pescador en Bocas de Cocorná, cuya canoa fue volteada mientras viajaba con sus dos nietos y su esposa. “Yo pensaba echarles mano a los niños, porque la mujer mía iba para el asiento, y yo dije: si salvo a los niños no la puedo salvar a a ella”, fue su testimonio de aquel episodio.
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La investigación que el Ministerio dejó conocer al país apenas hace semanas determina que las acciones para el manejo, control y erradicación de los hipopótamos contemplan el confinamiento, con castración y contracepción; la translocación; la caza de control y la eutanasia.
Según el biólogo Rafael Moreno urge comenzar con la captura de caza y eutanasia, mientras se surten todos los procedimientos para las demás acciones que tienen mayor grado de complejidad.
El confinamiento, por ejemplo, implica construir infraestructura para garantizar su salud física y el bienestar animal el resto de sus vidas. Además, el confinamiento requiere la castración y contracepción. Cornare ha realizado trece castraciones químicas y Corantioquia una, el año pasado, que costó casi $100 millones y demandó la participación de 30 profesionales. Además, es necesario esperar a que tengan entre 6 y 8 años cuando alcanzan la madurez sexual, para ejecutar el procedimiento.
En cuanto a la translocación, de la que se ha hablado bastante en las últimas semanas por cuenta de un mexicano llamado Ernesto Zazueta y su llamativa propuesta para llevarse 70 hipopótamos a India y México, es una acción que debe sortear rigurosos requisitos sanitarios y administrativos de los países receptores. El gobernador Aníbal Gaviria, quien salió en la foto en medio de la propuesta del mexicano, aseguró el 29 de marzo que antes de julio diez de estos hipopótamos estarían en México.
Pero a los expertos les pareció que en aquella rueda de prensa Gaviria y Zazueta dejaron de manifiesto su desconocimiento de los trámites y fueron excesivamente optimistas con los tiempos. Dicho y hecho. Una fuente del Ministerio aseguró que el proceso para que estos animales sean translocados a México está todavía medio crudo.
El camino inmediato, concluyen los investigadores, es el control vía eutanasia, ya sea física con disparo, conmoción cerebral o aturdimiento eléctrico; o con métodos químicos: inyectado o inhalado. Cornare tiene la capacidad de coordinar estas acciones con personal de caza profesional y las fuerzas armadas. Las autoridades tienen registros de que en Puerto Triunfo, Puerto Berrío y Puerto Nare se ha hecho caza sin autorización, por lo que se busca que el Ministerio entregue los lineamientos que garanticen los protocolos de mínimo sufrimiento.
Esta vez, y así lo reconocen los expertos, también es necesario construir una pedagogía conjunta con los medios, para evitar lo ocurrido en 2009. De hecho, las acciones que incluyó la investigación priorizan la intervención social, no solo en lugares donde el hipopótamo ya generó arraigo sino en lugares donde apenas está estableciéndose.
Este ejercicio arrojó datos interesantes y desvirtuó un mito bastante arraigado. Más del 60% de los encuestados siente miedo con la presencia de la especie. El 45% de la gente asocia la aparición de esta especie a una disminución de la pesca, el 57% a restricción de actividades productivas y el 58% a restricciones de la vida cotidiana, algo tan simple como caminar o bañarse en un charco. Solo hay una percepción positiva: el 45% de las personas identifica la aparición de esta especie con el aumento del turismo. Aquí viene el dato revelador.
Solo los habitantes de los municipios de Antioquia afectados por esta invasión respondieron mayoritariamente que sí les gusta ver a los hipopótamos. En Santander, Córdoba, Cesar, Magdalena y Bolívar la mayoría dice que no les gusta verlos.
La percepción favorable está plenamente ligada a la idea de que esta especie ha favorecido al turismo en Puerto Triunfo. Sin embargo, la indagación exhaustiva de los investigadores arrojó que la oferta turística dirigida a toures o avistamientos de hipopótamos no genera reales beneficios económicos a los pobladores. Es decir, si se quitara de la ecuación a los hipopótamos, la economía del turismo de Puerto Triunfo no se modificaría.
En contraste, la noticia de que los hipopótamos ya están en la Depresión Momposina es sinónimo de riesgo de hambre. Allí, el 80% necesita de la pesca para vivir. Si el país sigue indiferente, en 2035 serán 1.000 hipopótamos. Si ejecuta inmediatamente las acciones propuestas y se garantiza la extracción de 30 individuos cada año, durante dos décadas, es posible erradicarlos exitosamente.
Tan pronto se posesionó como presidente, Gustavo Petro propuso convertir al Magdalena Medio en un departamento, pasando de ser una región biogeográfica fragmentada por la división política de ocho departamentos, a un distrito con mayor autonomía.
Es una propuesta vieja data y una discusión farragosa y poco prioritaria. Si en verdad el presidente quiere recuperar la grandeza del Magdalena Medio, la primera gran medida tendría que ser la implementación inmediata del plan de manejo, control y erradicación de hipopótamos.
Hipnotizado por la riqueza natural, por su privilegiada posición estratégica y geográfica, Simón Bolívar declaró en su viaje hacia Cartagena en 1813 que quien dominara el Magdalena controlaría el destino de los hombres.
Los hipopótamos están dominando el ecosistema por instinto. Los que sí razonan, los que son conscientes de lo que está pasando y tienen la evidencia científica en la mano son los que toman las decisiones, el presidente y la ministra. ¿Dejarán que una especie invasora controle el destino de cientos de comunidades y de la biodiversidad del Magdalena Medio?