Tener dos padres exitosos en el mundo deportivo es un privilegio que pueden vivir pocas personas, pero al mismo tiempo es todo un reto cuando su objetivo principal es dedicarse a una disciplina.
Este es el caso de Mateo Peña, hijo de la medallista mundial de patinaje Erika Paola Rueda y el histórico ciclista Víctor Hugo Peña, recordado por ser el primer colombiano en portar la camiseta amarilla que identifica al líder del Tour de Francia.
Una vida influenciada por el deporte
Desde muy pequeño, la vida de Mateo siempre ha estado rodeado por la influencia del mundo deportivo y aunque sus recuerdos no son los más claros, este santandereano tiene en su mente las jornadas que sus padres le dedicaban para llevarlo a disfrutar de entrenamientos recreativos.
Sin embargo, a sus nueve años decidió entrar en el mundo del fútbol y, desde ese entonces, los regates, asistencias y goles se transformaron en el centro de su vida, convirtiéndose en un destacado delantero del Club Comfenalco.
La habilidad para manejar el balón y su disciplina lo llevaron a seguir creciendo y tres años después fue seleccionado para integrar las filas del Real Santander, elenco en el que dejó su huella antes de dar un salto, a comienzos de 2023, al entonces Alianza Petrolera.
En el equipo de Barrancabermeja no todo fue sencillo, pues vivió el traslado del conjunto a Valledupar y con un sinnúmeros de cambios tomó la difícil decisión de abandonar el fútbol.
El atletismo le cambió la vida a Mateo Peña
Cuando Mateo decidió abandonar el fútbol no fue por falta de apoyo, por el contrario, destacó que su familia siempre estuvo al tanto de la situación. Aunque al principio se generó un poco de incertidumbre, el tiempo le ha dado la razón para seguir creciendo en el deporte.
Después de identificar que el balompié era uno de sus pasatiempos favoritos, pero que no se veía realizando los esfuerzos necesarios para ser profesional, Mateo regresó a Bucaramanga y ese carácter que forjó en sus años de futbolista le hizo gala para dar un salto al atletismo.
Son siete meses de práctica pero, a decir verdad, pareciera que fueran muchos más, pues en muy poco tiempo ha logrado resultados destacados como las dos medallas de bronce y una de plata que ganó en los recientes Juegos Nacionales Juveniles.
Triunfos abrumadores que sellan los esfuerzos por estar entre los mejores deportistas del país y que aunque sabe que le queda mucho trabajo por realizar, lo llenan de esperanza para seguir proyectando su futuro.
El ejemplo de sus padres
A sus 19 años, las prioridades de Mateo son claras: entrenar y estudiar.
Esos dos campos abarcan, en gran parte, el tiempo de este joven atleta, quien siempre lleva en su mente las palabras de su padre: “la vida de un deportista se basa en entrenar, estudiar, comer y descansar muy bien”.
Precisamente Víctor Hugo Peña siempre ha sido uno de sus más grandes ejemplos, aunque reconoce que hasta ahora se ha dado cuenta de la visibilidad y el respeto que le tienen por sus logros en el ciclismo.
En cuanto a su mamá, Erika Paola Rueda, quien además es psicóloga deportiva, destaca su incondicional apoyo, ese mismo que espera seguir teniendo para alcanzar todo lo que se proponga y llegar lo más lejos posible.