Si hay una noticia a la que los aficionados de Atlético Bucaramanga le tenían miedo y los periodistas no queríamos entregar, más allá de una derrota, eliminación o incluso caída a la B, era la del fallecimiento de José Américo Montanini, el jugador más emblemático del club y quien nunca, ni siquiera en los momentos más adversos, dejó de asistir al estadio o a los entrenamientos para apoyar al equipo de sus amores.
Ahora, el ‘10’ integrará el equipo celestial del ‘Leopardo’ y le hablará al oído a Dios para que llegue la ansiada estrella de campeón.
A los 90 años el corazón del gran Américo dejó de latir, luego de algunos quebrantos de salud que lo mermaron en el último tiempo, más allá de que los esquivó varias veces, de la misma forma que eludió las patadas de sus rivales en su gloriosa época de jugador, en la que integró exitosos equipos del Atlético Bucaramanga en las décadas de 1950 y 1960.
Este argentino, formado en el histórico River Plate y que llenó de goles y gambetas el balompié nacional, integró grandes planteles del ‘Leopardo’, junto con Roberto Pablo Janiot, Hermán ‘El Cuca’ Aceros, Hugo Scrimaglia, Miguel Ángel Zazzini, Marcos Coll y Álvaro ‘El Pipa’ Solarte, entre otros.También hizo parte del América de Cali, donde jugó durante tres temporadas, entre 1961 y 1963.
Logró dos terceros lugares del balompié nacional con la camiseta del Bucaramanga, en 1958 y 1960, además de convertirse en el goleador histórico del cuadro búcaro con 135 anotaciones.
También fue entrenador del Atlético y su labor como formador fue sobresaliente. Su legado va más allá de lo deportivo, porque siempre su caballerosidad y don de gente prevaleció.
Conozca más del gran Américo
Nunca se cansó de eludir rivales, de marcar goles y de dejar a su paso una huella imborrable como futbolista y como persona.
Es el goleador histórico de Atlético Bucaramanga, fue dos veces tercero de la Liga colombiana y también ‘artillero’ del balompié nacional en 1958.
Quienes lo vieron jugar, siempre lo comparan con el fútbol de los grandes, entre ellos Alfredo Di Stéfano, Diego Armando Maradona y Lionel Messi.
El delantero argentino marcó una época en el cuadro ‘Leopardo’, con el que jugó en las décadas del 50 y 60, siendo dos veces tercero (1958 y 1960) y transformándose en el goleador histórico de la institución, con 135 tantos.‘La Bordadora’, remoquete que le puso el locutor y periodista Carlos Arturo Rueda C, se caracterizó por ser un rápido delantero, que tenía la facilidad de dejar en el camino a sus rivales y definir con mucha precisión.
Uno de sus compañeros, Álvaro ‘El Pipa’ Solarte (QEPD), alguna vez sostuvo para esta redacción que José Américo “era como Messi, tomaba la pelota y después no había nadie que se la quitara”.
Así mismo, el reconocido periodista Hernán Peláez, lo describió como “un mago con el balón, además de gol, era un organizador nato”.
Sus inicios en el fútbol se dieron en el River Plate de Argentina, donde el entrenador Carlos Peucelle lo vio gambetear con el desparpajo que solo tienen los ‘cracks’ a los ‘pibes’ de su edad y no dudó en acercarlo al elenco ‘Millonario’, club en el que depuró su técnica.
Pero en un juego ante Newell’s Old Boys del Rosario le rompieron el quinto disco lumbar, que lo alejó un tiempo de las canchas.
A Bucaramanga arriba en 1956 sin tanta ilusión, porque en un principio había decidido dejar el balompié; tenía algunos kilos de más e incluso, en su estreno con la camiseta del ‘Leopardo’, con un estadio lleno y en plena Feria de la ‘Ciudad Bonita’, un aficionado gritó desde la gradería: “lleven a esa vaca para la feria”.
No obstante, la magia de José Américo estaba intacta e inmediatamente se puso a tono físicamente para formar históricos elencos búcaros junto con otras leyendas, entre ellas, Hermán ‘El Cuca’ Aceros, Marcos Coll, Miguel Ángel Zazzini, Roberto Janiot, Hugo Scrimaglia, Álvaro Solarte y Eugenio Casali. Tras su retiro, se dedicó a la dirección técnica, aunque sin mucho suceso en el balompié profesional, pero con grandes aportes en la formación de futbolistas de la región, quienes crecieron en lo deportivo y lo personal gracias a sus enseñanzas.
En la Capital de Santander, conformó su hogar, junto al amor de su vida, Gloria Hinestroza, y sus “mejores goles”: sus hijas Claudia, Marta y Gloria Isabel.