Eran aproximadamente las 10:00 pm del pasado viernes cuando Luis Yimar Ospina López conocido como ‘Popeye’ fue atacado a bala por desconocidos al interior de su vivienda ubicada en la calle 40 # 20-97 del barrio La Victoria de Barrancabermeja. Allí la víctima departía con familiares.
Según el reporte policial, “el occiso se encontraba al interior de su residencia, siendo abordado por la ventana del inmueble por unos sujetos quienes lo impactan con arma de fuego en repetidas ocasiones, dejándolo gravemente herido”. Al parecer los sicarios ya venían siguiendo a la víctima.
Al escuchar el ruido de los balazos, vecinos salieron en multitud a observar lo que ocurría, mientras que ‘Popeye’, con su cuerpo ensangrentado, alcanzó a salir caminando hasta el andén de su casa en busca de ayuda. En medio del desespero repetía insistentemente que no quería morir.
“Yo veo el montón de gente y veo a mi hermano ahí bocabajo, él estaba vivo; yo lo auxilié, él me dijo deme aire, no me quiero morir; no puedo respirar. Yo le di respiración boca a boca; del mismo nervio no era capaz de marcar a la ambulancia, me paré a buscar la moto porque nadie nos ayudaba y de regreso ya estaba la ambulancia porque gracias a Dios llegó rápido”, relató Johana Valenzuela López, hermana de la víctima.
Paramédicos del Cuerpo de Bomberos Voluntarios trasladaron en una ambulancia a Luis hasta la Clínica Magdalena, su condición era crítica y las esperanzas de que sobreviviera, escasas. Los cinco impactos de bala que recibió en diferentes partes de su cuerpo lo pusieron en una lucha entre la vida y la muerte.
“Nos dijeron que estaba complicado, que tenían que entubarlo, que estaba muy mal”, dijo Johana.
Casi una hora después de haber ingresado a la clínica y mientras familiares trataban de asimilar lo ocurrido y rogaban por su recuperación, la mala noticia llegó: ‘Popeye’ no aguantó, y pese al esfuerzo de los galenos, murió. “Nosotros queremos que se investigue, que hagan justicia, que encuentren al que le hizo esto a mi hermano”, dijo su familiar.
De Luis se conoció que se dedicaba a oficios varios, tenía 32 años y justo el día de su muerte viajó desde Medellín hasta Barrancabermeja. Familiares manifestaron que la víctima no había recibido amenazas.
En la vivienda quedó el rastro de sangre impregnado en el piso, y el dolor de una nueva familia que llora a su ser querido y que hoy pide que los responsables paguen por el crimen.