Hercilia Ordóñez de Niño, una matrona que se había dedicado a parcelar sus tierras y a venderlas al mejor postor.
Quien quería instalar su familia en el terreno que vendía de la matrona, se acercaba a ella para tomar medidas y firmar escrituras públicas o carta ventas. Así es como a mediados de 1964 y 1965, se comienzan a realizar las primeras mudanzas hacia la zona ubicada en la escarpa suroccidente de la meseta.
La finca rica en yuca y plátano, empezó a dar otros frutos que tenían que ver más con estructuras con palos, latas y a veces ladrillos. Y lo que tenía pinta de ‘pedregal’ se hizo llamar barrio a base de mudanzas.
En el año del alunizaje, 1969, las calles iniciaron el proceso de cambio. Aquel suelo que estaba salpicado de cráteres y carecía de agua, poco a poco mejoró la cara.
Un barrio ‘papal’
El nombre proviene de la figura de Giovanni Battista Enrico Antonio Maria Montini, el papa número 262 de la Iglesia católica. Más conocido como Paulo VI, en italiano.
Pero los residentes del sector le quisieron brindar un tono más ‘criollo’ y por ello el Paulo pasó a ser Pablo.
Lo curioso del nombre es que seguía una tradición en la zona, porque a menos de 2 kilómetros se encontraba otro barrio con un nombre ‘Papal’: se trata de Juan XXIII.
El papa Juan XXIII fue el antecesor de Pablo VI, un paralelismo más que preciso para ambos sectores.
Se acostumbra madrugar
La ropa se lavaba en pozos y si necesitaba agua para los alimentos debía pararse sagradamente a las 5:00 de la madrugada a recibir la ración de agua.
También, el gas llegaba en pimpinas a partir de la 1:00 de la mañana y se recogía en los alrededores de la más que reconocida cancha de tierra.
Pacientemente se sumó la anhelada pavimentada de las cinco cuadras pertenecientes al barrio y la unión con su ‘hermanito menor’, el barrio La Victoria.
Ambos comparten la propiedad de la calle 67 y es más que común que se confundan sus escenarios, por ejemplo: la cancha de tierra se cree que es de La Victoria y el Cai de dicho barrio, se cree que es de Pablo VI.
A pesar de que las comparativas no faltan, lo cierto es que ambas zonas tienen su cultura y folclor característico.
El templo sagrado
La cancha de tierra ha vivido infinidad de torneos, bazares, jornadas y eventos, pero ninguno como los primeros enfrentamientos entre los ‘choros’ y los ‘marraneros’, equipos que vivieron sus mejores cotejos en el gigantesco terreno que posee el barrio.
Así mismo, con recolectas, rifas y aportes solidarios nació el proyecto de la iglesia. A mediados de los 80’s un grupo de seminaristas liderados por Mauricio Rincón y Oscar Chaparro fueron quienes apoyaron la construcción que se hizo realidad en 1985.
Posteriormente y a solicitud de los vecinos, el 8 de julio de 1985 Monseñor Héctor Rueda Hernández erigió la parroquia y nombró como párroco al Padre José Manuel Rolón.
Desde entonces la zona cuenta con el funcionamiento de la Parroquia Jesús Sacramentado, ubicada en la calle 68A con carrera 10B.
Lo sagrado de la comunidad es aquella unidad con la que trabajan por sus pasiones y causas.
Por ejemplo, hay un grupo de jóvenes hinchas que acompañan al ‘leopardo’ juego donde juego. Orgullosos de su barrio y afición posan en las fotos con una bufanda de colores verde y amaraillo que tiene bordado el nombre de donde son.
Del mismo modo, por la calles se moviliza de manera diligente un grupo de mensajeras. Todas pertenecen a la primera y única empresa de mensajería femenina de la ciudad: la empresa Falcón. Sin importar el peso de la carga, ellas se le miden a cualquier envío que soliciten.
De buena fe, madrugadores, trabajadores y apasionados así es el carácter de quienes viven por las cinco cuadras de un Pablo VI que se ha ganado el cielo, no por el nombre sino por la actitud de sus habitantes.