Durante 1991 y 1992, todos los fines de semana los residentes que adquirieron uno de los 129 lotes disponibles con sus propias manos moldeaban el terreno hasta que poco a poco tomó la forma de su hogar.
La distribución del sector corrió por cuenta de la Asociación de Trabajadores Unidos de Santander (Atus), que estuvo a cargo de la medición del predio, la distribución de los lotes y la cesión de las áreas públicas.
“A nosotros el señor Juan Ramírez, del Atus, nos vendió el lote. Mi persona junto con otros cuatro vecinos más somos de los primeros que llegamos acá” relata Carmen de Medina, quien tiene 31 años de residencia.
Aunque es una zona que ya cuenta con más de 1.150 apartamentos en los que viven un aproximado de 3.800 personas, lo cierto es que hasta 2020 pudo legalizarse como barrio constituido.
El Acuerdo 039 del 21 de agosto de 1991 constata que “el Concejo Municipal de Floridablanca hace uso de sus facultades legales, por el cual se legaliza el barrio La Paz de este municipio y se dictan otras disposiciones”. El documentofirmado por la gobernadora de Santander de ese entonces, Clara Elsa Villalba de Sandoval y el alcalde de Floridablanca en ese año, Jorge Humberto Mantilla Serrano.
El predio carecía de un proceso final llamado regularización, el cual le daría ‘vía libre’ a la administración para que pueda invertir recursos y empezar a adelantar las obras que tanto necesitan.
Con la convicción de querer regularizara debidamente La Paz, Ricardo Rave Rubiales, presidente de la Junta de Acción Comunal hace 8 años, se dirigió en 2020 hacia a la secretaría de Planeación municipal.
Tras presentar su intención, se le notificó que un requisito indispensable era el levantamiento topográfico de todo el predio. “Cuando vi que un proceso de esos costaba entre 40 a 50 millones, quedé desmotivado. Aún así me dispuse a buscar quien lo patrocinara” contó Rave.
Dentro de un café Internet, Ricardo estaba buscando entidades públicas y privadas para comentarles sobre la necesidad de legitimar los planos. Cuando él preguntó al administrador del recinto sobre un correo gubernamental, un misterioso hombre interrumpió la conversación y le dio las pautas específicas para comunicarse con el Ejército Nacional.
Dicho y hecho, el líder comunitario fue citado a un evento en la Quinta Brigada de Bucaramanga, se le solicitó que esperara pacientemente y cuando fue llamado, el general fue tajante: le asignó un equipo de topógrafos dispuesto a realizar la labor.
Los habitantes del sector recibieron, después de 2 meses de arduo trabajo, los planos de su querido barrio con sellos municipales y del Catastro. Todo al módico precio de 2.700.000 pesos que sumaron los honorarios para los topógrafos que trabajaron para la comunidad.
Mediante la autoconstrucción y movilizándose en oportunidad tras oportunidad, este emblemático conjunto de lotes ha logrado la pavimentación de sus calles y carreras gracias al cemento donado por la empresa Cemex.
También, han contado con el apoyo de la Empresa Pública de Alcantarillado de Santander Empas, para que constantemente les gestionaran material para las construcciones que han llevado a cabo con la comunidad.
Cada proceso ha servido para que paso a paso, las más de 900 familias tengan un lugar en el cual puedan vivir en ‘Paz’.
Sin embargo, en pasadas olas invernales, se han asomado problemas del pasado: los deslizamientos. Como bien lo dice Leopoldo Gómez Silva, habitante del sector, “es un barrio que ha sabido crecer, pero que el abandono de la administración municipal, tiene en riesgo a decenas de casas”.
Esta advertencia se da porque rocas de más de un metro de alto amenazan con terminar de caer en las viviendas ubicadas por la calle 203. Además, hay edificios enteros 11 metros salidos del perímetro natural, significa que presentan alto riesgo de socavamiento.
Parecido a una planta, el lugar que se nombró como La Paz, luego de que el nombre Porvenir estuviera ya ocupado, necesita una buena ‘mirada municipal’ para que el crecimiento siga hacia arriba 30 años más.
Plástico para mitigar ‘un meteorito’
El principal desafío que enfrenta la comunidad se centra en el constante deslizamiento de barro y escombros que amenaza con invadir las viviendas de los residentes. Desesperados, los vecinos afectados han denunciado la falta de apoyo significativo por parte de las autoridades municipales, quienes hasta ahora han proporcionado únicamente láminas de plástico negro para intentar contener las rocas de gran tamaño. Jairo Burgos, residente de la calle 203 durante más de dos décadas, afirma que: “aquí vienen toman la foto y nunca dan mayor información sobre el avance”. La comunidad se mantiene en la incertidumbre respecto al progreso real y las medidas concretas que se tomarán para salvaguardar sus hogares.
Ahora necesitan un estudio de suelos
Además de la preocupación por los deslizamientos, la comunidad también está inquieta por la falta de avance en el proceso de estudios de suelos, un requisito impuesto por Gestión del Riesgo para la construcción de los tan necesarios muros de contención. La gravedad de la situación se hace evidente al considerar que más de 150 metros lineales se encuentran en peligro inminente de socavamiento, poniendo en riesgo no solo la integridad de las viviendas circundantes, sino también áreas de vegetación.