A los vecinos que salían ganarse lo del día se les hizo raro ver a aquel desconocido tan campante, tranquilo, esperando ‘algo’; pero a ninguno le dio malicia; nadie tuvo la suspicacia para prever que era la personificación de la muerte. A las 7:30 dos tiros hicieron eco en el estrecho callejón.
Los niños fueron quienes se atrevieron a salir primero, atraídos por el ruido ensordecedor. Ahí estaba. Vieron a un hombre sangrando en el piso y otro que salía corriendo de aquel callejón residencial cuya puerta de acceso le rinde honor al tricolor patrio. “¡Mataron al paisa, lo mataron!”, corrieron la voz…
El pistolero sabía qué hacer al verlo salir
Humberto alcanzó a ponerse el casco, dio escasos pasos para montarse a su motocicleta de placa KNF13E que permanecía parqueada al lado de la puerta. Fue en ese momento que el sicario se acercó, le apuntó justo al rostro y apretó el gatillo. Dos bastaron para finiquitarlo. Niño se desplomó. Quedó bocarriba.
“¡Uy se lo coronaron en un ojo. Mire como le dejaron la cara!”, comentaban estremecidos los habitantes sin despegar la vista de lo que ahora era el cadáver de su vecino; peor cuando los agentes de la Sijin le quitaron el casco a Humberto.
“Ese man estuvo ahí dos horas sentado y nadie dijo nada, nadie vio nada”, alegaba uno de los vecinos mientras se tomaba una botella de agua y comía un pedazo de pan.
“Se que la debo por sapo, si algún día me matan es por sapo pero ese paisa era un buen hombre”, dijo después de pasar bocado.
Más de una hora demoraron los actos urgentes de criminalística, pero ningún pariente o allegado de Humberto se acercó.
“Ese era el morenito que yo conocía, él me prestaba plata. Qué crueldad, como matan a alguien así. ¿No ha aparecido ningún familiar ?, preguntaba alterada otra señora que acababa de llegar
“Toca esperar a ver cómo se enteran”, le contestó otro.
Cuando por fin pudieron sacar el cadáver por el portón tricolor, el dueño de la casa donde vivía Humberto pasó en su motocicleta y se detuvo a preguntar qué había ocurrido.
“¡Mataron al Paisa en seco!”, le contaron, también a ‘quemarropa’.
“Uy, y yo no tengo contacto de ningún familiar, qué triste. Hace rato no pasaba por aquí, no volví a saber de él”, dijo consternado.
¿Quién era “El Paisa”?
Humberto Luis Niño, de 38 años, era oriundo de Medellín. Llegó hace un año al asentamiento humano La Semilla. Compró el segundo piso de la casa número 28. Desde que se radicó en esa zona se hizo conocer como “El Paisa”, prestaba dinero por el sector de Santa Ana, en el centro y en Piedecuesta.
“Al principio llegó con la mamá, la mujer y los dos hijos pero luego se quedó solo. La mujer se llevó a los niños y se fueron a vivir a Barranquilla. Solo lo visitaba un hermano que también es prestamista. Siempre llegaba como a esta hora pero hoy no se ha aparecido”, contó una vecina de “El Paisa”.
¿Por qué lo mataron?
De “El Paisa” sus vecinos solo tienen buenas cosas por decir. Cuentan que aunque se veía poco, siempre salía temprano a trabajar y era muy amable. Nunca lo vieron metido en problemas. Las autoridades creen que sería un ajuste de cuentas por la actividad a la que se dedicaba Humberto. Del homicida no tienen ningún rastro o indicio. Quizá lo poco que hay está en los recuerdos fugaces de quienes salieron y lo vieron sentado.