Si había algo que lo caracterizaba era su “locura y efusividad, en el buen sentido. Era muy recochero, no le daba pena nada. Una vez hasta se disfrazó de árabe”, recuerda entre risas una amiga del colegio.
Después de terminar sus estudios de bachillerato Kevin se distanció de todos ellos amigos, al parecer por los vicios. Pero nunca se metió en problemas, seguía siendo el mismo, con su auténtica personalidad.
La última vez que lo vieron fue la tarde del miércoles jugando billar en un establecimiento en el barrio Bonanza, donde vivía. Les dijo a sus amigos que se iba temprano porque tenía que trabajar.
A la tarde siguiente, cuando su padrastro llegó a la casa y subió hasta el tercer piso, una espeluznante escena lo dejó paralizado.
El cuerpo de Kevin estaba colgado de una soga. Horrorizado por la tragedia, el padrastro tuvo que armarse de fuerza y compostura para llamar a las autoridades.
¿Problemas sentimentales?
“Bro, por qué no me dijo que se sentía mal, yo tuve la oportunidad de cambiarle esa decisión” fue el emotivo mensaje que publicó un ‘parcero’ con quien departió antes de que decidiera ese fatídico final.
“Una amiga me contó que se lo encontró ese día y le dijo que sentía solo y triste. Ella le dijo que echara pa’lante y él le respondió que bueno. Luego se mató”.
Nadie sabe con certeza qué atormentaba a Kevin. Algunos rumoran que tendría problemas sentimentales.
Sus seres queridos se quedarán con los buenos recuerdos y las anécdotas que compartieron.
“En el colegio lo molestaban porque tenía tres nombres, él solo se reía, así era, no lo armargaba nada”. Y si lo había, se lo llevó consigo.