“Era imposible, pero del otro lado me decían que estaba tirado en el piso, que vestía camiseta roja y calzaba unas sandalias cafés”.
Para ratificarlo, le mandaron imágenes. Entonces el mundo se le vino encima, su corazón se desgarró, rompió en llanto y como pudo salió de su casa para el hospital.
Le dijeron que lo llevaban en ambulancia al HIC de Piedecuesta. Por el camino se enteró que Julián cayó en un atentado orquestado contra las pasajeras que llevaba. En la balacera, recibió un disparo en el abdomen que lo dejó en estado crítico.
“La doctora me dijo que perdió mucha sangre, que hacían todo lo posible”.
Hacia las 3:00 de la tarde le confirmaron que Julián no había resistido la cirugía, que había muerto.
Tuvo que darles aviso de la nefasta noticia tanto a la mamá como a una hermana, quienes viven en Bogotá, quienes viajaron para encontrarse con el papá, quien vive en Bucaramanga, y sus otros dos hermanos quienes residen en Piedecuesta.
Se iban a casar
Julián y Alexandra llevaban tres años juntos y ya tenían planes de matrimonio.
Vivían en Piedecuesta, en casa de los padres de Alexandra, quien tiene un hijo de 8 años que Julián quería y cuidaba como si fuera su propio hijo.
Julián apenas llevaba tres meses manejando taxi. Antes trabajaba con un vehículo particular para una plataforma digital de transporte. Su turno de trabajo era todos los días de 3:00 de la mañana a 3:00 de la tarde.
“Todo lo que trabajaba lo hacía por nosotros, era muy amoroso. Es injusto que lo hayan matado así, tantos proyectos, ilusiones que teníamos juntos”. Alexandra no pudo hablar más…
Un macabro ajuste de cuentas acabó con la vida de un hombre trabajador, con sueños y propósitos.