En la capital turística de Santander echó raíces, se casó, tuvo una familia, hizo amigos y dejó una gran imagen. Ayer, justamente, sus familiares y amigos cercanos se reunieron para darle el último adiós.
A los 92 años Juan Cuatindioy Mojomboy exhaló su último aliento. Lo hizo tranquilo, en su casa, en donde pasó los últimos años, lejos de su puesto de trabajo, que tenía en una entrada de la plaza de mercado, lugar que en el que trabajó durante cerca de 60 años junto a su esposa, siendo uno de los comerciantes más antiguos del lugar.
Allí, en un cajón y una pequeña silla, comercializaba contras (pulseras con piedras especiales para contrarrestar el mal de ojo a los niños), cremas y pomadas medicinales . “La gente le tenía mucha fe”, asegura Marta María Manrique, una vendedora que tiene un puesto informal en la misma puerta donde se hacía Juanito. “Esta mañana vino una señora a preguntarlo”, dijo, recordando al hombre al que vio toda su vida y que recuerda como un padre. Siempre amable, siempre correcto.
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A su esposa , Juana Jacanamijoy Cuandanavioy, la conoció en Bogotá y juntos decidieron compartir el mismo camino que los llevó sin boletos de regreso hasta San Gil.
Los dos eran miembros del pueblo indígena Inga, aunque de diferentes caseríos. El destino los alejó de la selva verde para juntarlos en la selva de cemento. Desde que se conocieron no se separaron.
Hasta la muerte de ella, casualmente también en abril pero de 2015, siempre estuvieron juntos. En el trabajo y en la casa.
Se casaron en 2013 en una pequeña y humilde ceremonia aplaudida por toda la familia. Tenían más de 80 años los dos cuando decidieron dar el sí en el altar. Aunque podría parecer un hecho anecdótico después de pasar toda la vida juntos, ese día el amor seguía intacto.
De sus raíces indígenas Juanito mantuvo intacto el dialecto, que solo usaba con su esposa cuando tenían algún problema, su amor por platos típicos como el ‘mute’ del Putumayo que es totalmente diferentes al santanderano, el yuyo, el cuy y la chicha.
Al final, en la plaza de mercado dejó una vida y un espacio que todos recordarán.