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Preocupan suicidios en San Gil

Ciudadanos piden rejas de protección para evitar que las personas se lancen de los puentes hacia el río.

Es innegable que la pandemia está ejerciendo una presión sicológica, social y económica en las personas. Prueba de ello puede ser lo sucedido en San Gil durante 2020, en donde el índice de suicidios aumentó 28,5%, comparado con el año anterior.

En el año del COVID-19 en la capital turística de Santander 36 personas se quitaron la vida, una cifra que supera a los 28 de 2019, los 27 de 2018 y los 31 de 2017, según las estadísticas de la Subsecretaría de Salud de San Gil.

El 2021 parece ir de la misma forma. El último caso, el del joven que se lanzó al río Fonce desde el Puente El Mochuelo tras el accidente de tránsito en donde perdió la vida su pareja sentimental, fue el quinto en menos de dos meses.

La situación es preocupante lo entienden profesionales en salud mental, autoridades y comunidad. Justamente, esta semana sobre el puente El Mochuelo, que se ha convertido en escenario de varias muertes en los últimos años, algunas personas pusieron una bandera blanca junto a un cartel pidiéndole a las autoridades poner instalar barandas de seguridad para evitar que las personas se sigan lanzando al vacío.

Hermes Ortiz, alcalde de San Gil, reconoció que este y los otros dos puentes (Rojas Pinilla y Bernardo Gómez Silva) son inseguros y se evaluará la instalación de infraestructuras para evitar que esto suceda.

“Eso tiene que venir con campañas de acompañamiento sicológico a los ciudadanos, a las familias, que están desesperadas por todo lo que está pasando”, dijo el mandatario.

Dichas campañas se están preparando desde la subsecretaría de Salud el municipio.

Ahora, lo que sí está claro es la influencia de la Pandemia y la nueva realidad en la salud mental de las personas,  aunque no es el único determinante en la decisión de quitarse la vida, explicó Javier Gómez, sicólogo especialista en clínica y máster en terapia de tercera generación.

El sangileño hizo referencia a la importancia de las comorbilidades, no a las físicas, sino a las mentales. Y es que las personas que antes de la pandemia sufrían cuadros de ansiedad o depresión, entre otras, son más propensos a que los cambios sociales, económicos y personales del aislamiento social les generen una mayor afectación en sus estados de ánimo.

Gómez dejó claro que el suicidio no es una decisión que una persona tome por que tuvo un mal día, ni de un momento a otro, detrás hay una historia,  “unas motivaciones intrínsecas y eso es algo que nadie lo puede controlar (…) El acto de quitarse la vida es una consecuencia de algo que venía pasando, es el reflejo del agotamiento mental”, aseveró.

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