Investigaciones previas han demostrado que gatos y perros pueden contagiarse de Covid-19 a través de sus dueños, pero no estaba claro hasta qué punto eran susceptibles y qué aumentaba, en su caso, las posibilidades de ser afectados por el virus.
Para responder a estas preguntas, un equipo de la Universidad de Guelph (Canadá) estudió a perros y gatos que vivían en hogares y sus dueños habían pasado la COVID-19, así como a animales de refugios y otros callejeros.
El equipo hizo pruebas de anticuerpos, que son un signo de infección previa, a 48 gatos y 54 perros de 77 hogares, así como a 75 procedentes de refugios y a 75 felinos callejeros que fueron atendidos en clínicas veterinarias.
En el caso de los animales caseros, sus propietarios respondieron a un cuestionario sobre cómo interactuaban con las mascotas. Cuánto tiempo pasaban con ellas al día, si los acariciaban y besaban, sí dejaban que estos les lamieran la cara, que se sentarán en su regazo o que durmieran en su cama.
El cuestionario también se interesaba por si los animales habían estado enfermos y qué tipo de síntomas presentaban.
En el caso de los animales con dueño, el 67% de los gatos y el 43% de los perros dieron positivo en la prueba de anticuerpos, frente a un 9% de los de refugio y un 3% de los felinos callejeros.
Los perros que habían pasado la COVID-19 tuvieron síntomas leves que desaparecieron al poco tiempo; en cuanto a los gatos, la situación fue similar, aunque tres sufrieron casos graves.
La cantidad de tiempo que un propietario pasaba con su perro y el tipo de contacto que tenía con él no afectaban a la posibilidad de que el animal se infectara.
Sin embargo, los gatos que pasaban más tiempo con sus dueños “parecían tener un mayor riesgo de infección” y los que dormían en la misma cama “eran más propensos a tener COVID-19”, según un comunicado del congreso.
Los autores del estudio indicaron que la biología de los gatos, incluidos sus receptores virales, los hace más susceptibles a la COVID-19 que los perros, y son más propensos a dormir cerca de la cara de su dueño, lo que aumenta su exposición a cualquier infección.
La mayor tasa de infección en los animales con dueño, unido a resultados de estudios genéticos anteriores, sugieren que la vía de transmisión “más probable” es la de los humanos a las mascotas, y no al revés.