El cuerpo de Sandra Milena Parra, víctima, al parecer, de un feminicidio en Lima, Perú, ya se encuentra en la funeraria San Pedro de Bucaramanga.
Gracias a la gestión de algunos concejales y activistas de la ciudad, el cadáver de la bumanguesa de 32 años fue repatriado y entregado a su madre en la capital santandereana.
El día de los hechos, la llamada que recibió Sara Parra Parra, la madre de la víctima, la dejó ‘fría’, sin palabras… sintió que el ‘mundo se le derrumbaba’ en un ‘abrir y cerrar de ojos’. Y no era para más, al otro lado de la línea le informaban que Sandra Milena Parra, su única hija, habría sido asesinada en Perú, donde se encontraba radicada desde hace cuatro años. Fue una noticia devastadora.
Su madre está desconsolada, con el ‘alma destrozada’, solo quiere saber qué fue lo que pasó y poder brindarle cristiana sepultura en su tierra natal: Bucaramanga.
Por ahora, con la fuerza que no tiene, asiste de manera virtual a las audiencias que se adelantan en contra del presunto responsable de la muerte de su amada hija.
Un amor no correspondido
El proceso apenas comienza y la información que Sara tiene es escasa. “Cuando me llamaron solo me dijeron que los hechos habían ocurrido el viernes en la tarde y que el señor fue capturado. Al parecer, hubo una discusión y él la golpeó y la asfixió. A ella la encontraron en la cama y todo desordenado en el cuarto”.
Según la afligida madre, su hija desde hace tres años había entablado una amistad con aquel sujeto, quien tiempo después comenzó a pretenderla. “Ella no quiso tener una relación con él y por eso la mató”.
Asegura que ella no tenía conocimiento de la amistad que su hija tenía con este hombre de 57 años. No me contaba esas cosas. Hablábamos todos los días pero de otras cosas. Yo solo quería saber que estaba bien. El viernes en la mañana hablábamos y me preocupé cuando no volví a saber de ella”.
Sandra tenía 30 años y hace siete se fue a vivir a Bogotá en busca de mejores oportunidades laborales, pero hace cuatro se dejó convencer de unos amigos de viajar a Perú. Allí se ganaba la vida vendiendo ‘cositas’ como cargadores de celular, máquinas de afeitar. Ella le enviaba dinero a su madre y con esto ella sobrevivía.