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Murió adulta mayor al ser embestida por una moto, en Piedecuesta

Un poco antes de las 10:00 de la noche del sábado, Julia habría cruzado la vía nacional sin percatarse que por el carril sur -norte, se aproximaba una motocicleta de alto cilindraje, que ‘en un abrir y cerrar de ojos’ la embistió y la sacó ‘volando’.

A Julia Blanco Ayala la extrañarán muchas personas con las que compartía a diario. No eran parte de su familia, pero por su graciosa forma de ser, se les ganó el cariño, en especial de los conductores de buses y Metrolínea.
A sus 78 años fue arrollada por una motocicleta cuando intentaba atravesar la concurrida vía que comunica a Piedecuesta con Floridablanca, a la altura del barrio Cabecera.
El impacto fue brutal, pues Julia perdió la vida de forma instantánea en el pavimento frente a la mirada impotente de decenas de personas que llegaron para reconocerla.
Pocos sabían su nombre, pero la veían a diario deambular por el ‘municipio garrotero’.
El parque principal sería uno de sus lugares favoritos. Vivía de la caridad de las personas. Muchas se enternecían por su estatura menuda y sus pronunciadas arrugas.
Siempre le daban una que otra moneda. Claro está que cuando se negaban, afloraba su ‘temperamento santandereano’.
Sin embargo, son más los recuerdos buenos que mantendrán vivos en sus mentes y en sus corazones. Cómo olvidar la habilidad que tenía para ‘colarse’ en los buses.
Su avanzada edad nunca fue un impedimento para ‘trepar’ las registradoras.
“Ya nadie le decía nada. Se subía y decía: Póngale cuidado que ahorita se le llena la buseta y así era siempre. Le decíamos Gratiniana, porque cuando se subía decía: al gratín. Que triste noticia”, manifestó uno de los conductores de los tantos buses que la transportó por Bucaramanga, Girón, Floridablanca y Piedecuesta.
Como él hay otros que ayudaban a la abuela, porque la veían sola y desprotegida, eso sí, nunca se mostró ‘maltrajeada’, por el contrario siempre se veía en la calle con su cabello corto y sus vestidos coloridos.
La ‘novia de Metrolínea’
Durante tres años, los conductores de Metrolínea también la llevaron gratis durante sus recorridos, aseguran que hablaban con ella y que se mostraba ‘cuerda’.
Les dijo muchas veces que vivía sola en una habitación en el barrio Hoyo Grande, que no era casada y que no tenía hijos.
“Decía que le tenía miedo a los hombres y se reía”, manifestó Robinson Buitrago, conductor del sistema de Transporte Masivo, quien le tenía un gran aprecio al punto de tomarse fotos con ella, en medio de la ‘recocha’.
De forma desinteresaba la llevaban y le brindaban un plato de comida. Nunca les importó saber si les decía la verdad o si alguien cuidaba de ella.
“Siempre nos ofrecía rellenas que, obvio, nunca llegaban. Ayer la llevé y me dijo que me iba a traer. También le ayudábamos con monedas y sabíamos que pedía limosna. A pesar de su condición era un gran ser humano y eso la hacía más rica que cualquiera. Le decíamos la novia de Metrolínea”, comentó Buitrago.
Estaba achacada, pero la vanidad no era algo a lo que le prestaba importancia.

¿Cómo fue el accidente?
Un poco antes de las 10:00 de la noche del sábado, Julia habría cruzado la vía nacional sin percatarse que por el carril sur -norte, se aproximaba una motocicleta de alto cilindraje, que ‘en un abrir y cerrar de ojos’ la embistió y la sacó ‘volando’.
El golpe fue tan duro que quedó tendida en sobre el carril contrario sin signos vitales.
El motociclista fue trasladado a un centro asistencial, pero no sufrió heridas de consideración. El levantamiento del cuerpo estuvo a cargo de la Secretaría de Tránsito de Piedecuesta.

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