Los últimos días de César Fernando Díaz fueron muy dolorosos. Permanecía en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) del Hospital Universitario de Santander, desde el pasado 23 de febrero tras resultar herido por la detonación de un artefacto en la vía Pinchote -San Gil.
Su estado era delicado, pero el personal médico no perdía las esperanzas de poder salvarlo; sin embargo, una complicación pulmonar derivada de las quemaduras aceleró su deceso.
César es una víctima más de los infames ataques terroristas en el país.
Era padre de tres hijos de 16, 11 y ocho años, quienes eran todo en su vida. “Todo lo que hacía era por ellos, por sus chinitos para que nunca les faltara nada. Salía de un trabajo y conseguía otro rápido, hacia todo por ellos”, manifestó su afligida esposa, Luz Amparo Rodríguez, quien aseguró que César era un gran hombre, gran papá y una excelente persona.
Recordó aquellos instantes cuando conoció la terrible noticia de la explosión. La nota salió publicada en un medio y con la foto y reconocí los uniformes. Llamé a la esposa de un compañero y amigo de César y ella me confirmó que su esposo y el mío habían sido trasladados para Bucaramanga.
Ese día hablé con él, estaba consciente, me decía que ni podía ver, porque tenía los ojitos muy quemados. Yo le daba ánimo, “que íbamos a salir de esta, se preocupaba mucho por mí y yo le decía que desde que él estuviera bien yo también”.
César llevaba más de un año trabajando como obrero en Invías. Su amigo Everson Sánchez Aparicio fue quien le ayudó a conseguir la ‘chambita’. Él también está en UCI luchando por su vida.
Everson y César forman parte de los ocho heridos que dejó la explosión de un ‘paquete’ a un lado de la carretera mientras realizaban labores de mantenimiento y macaneo en el eje vial. Sufrió heridas de tercer grado que comprometían gran parte de la superficie corporal y la vía área.