Dos ladrones que asaltaron a un comerciante dentro de un parqueadero de la carrera 17 con calle 37 de Bucaramanga, fueron perseguidos por una turba que les dio alcance en el Parque Santander.
Allí, entre arengas de “¡quémenles la moto, quémenles la moto” la Policía literalmente les salvó la vida a los presuntos delincuentes, uno de ellos armado con lo que sería una pistola traumática.
De la pareja, uno se metió en carrera a las instalaciones del Banco BBVA donde un agente lo custodió mientras llegaba la patrulla que los rescataría de un linchamiento.
Afuera, sobre el andén, anclada a un bolardo, permanecía tendida la motocicleta donde se movilizaban. La ciudadanía la quería incinerar. Aún tenía las llaves en el encendido.
Uno de los testigos del hecho dijo que el hurto habría ocurrido justo cuando el comerciante llegaba a un estacionamiento de la carrera 17 con 37.
“El que iba de pato llevaba una pistola en las manos. Salió corriendo, se subió a la moto y se treparon por la calle, hasta que cruzaron por la carrea 19 hacia la Cámara de Comercio.
“Yo alcancé a darle con un tubo (de cartón con una encomienda), pero siguieron hasta que ahí en la esquina de la calle 36, al lado de la señora de las piñas, cayó el ‘pato’. El otro botó la moto y corrió hacia el Parque Santander”.
La algarabía se convertía en ira poco a poco. Varias patrullas de la Policía que venían detrás de los asaltantes, ya habían llegado para salvarlos de lo que se presagiaba sería una golpiza sin cuartel y, de paso, capturarlos. “¡Suelten a esas g….!; ¡Quémenles la moto, incéndienla!” vociferaban.
Otro agente que estaba cerca de la entidad financiera vecina a la Iglesia la Sagrada Familia, posó uno de sus pies en la máquina, le quitó la llave y con su bastón de mando evitó que la furia se convirtiera en fogata la máquina.
No pasaron cinco minutos cuando otro carro de la Policía se metió en contravía un par de metros para sacar de manera estratégica al segundo sospechoso, quien se había refugiado en el banco. Aún así, por entre las piernas y la espalda de los agentes que lo extraían, hubo puntapiés y maldiciones. Aquel hombre de rostro cadavérico, pálido aún por la ‘terapia leve’, se fue sentado en la parte trasera de la patrulla, rumbo a la estación. Del comerciante no hubo mayores detalles.
Las autoridades dijeron al cierre de esta edición que las dos personas fueron dejadas en libertad, porque no hubo denuncia formal. La víctima no fue hallada. Señalaron, además, que el valor de las pertenencias no superaba los 50 mil pesos.