Sus dotes en el deporte los aprendió de su mejor mentor: Su papá, Javier Velásquez, quien era profesor y directivo en el equipo.
Después de diez meses prestando el servicio militar en el Batallón de Artillería Nueva Granada, Álex aceptó la invitación que le hizo su progenitor para jugar un partido amistoso el domingo en la tarde.
Pidió permiso para asistir al evento que tendría lugar en la cancha del barrio María Eugenia. Aquel reencuentro en el campo de juego con su ‘parcero’, sería el último.
¿Qué pasó?
Eran las 2:00 de la tarde cuando a mitad del encuentro Álex perdió el conocimiento de forma súbita. Se desplomó en la cancha de arena. De inmediato sus compañeros lo rodearon, imaginaban que el calor quizá le habría jugado una mala pasada.
“Fue muy rápido. El muchacho jugaba y de repente se desmayó, empezó a convulsionar”, contó una testigo del angustioso suceso.
“¡Hijo, hijo!”,lo llamaba de forma desesperada el profesor Javier para que no desfalleciera, para que resistiera. Una ambulancia de la Cruz Roja le prestó los primeros auxilios.
“¡Vamos campeón, todo va a estar bien!”. Así lo alentaron sus amigos mientras lo cargaban hacia la ambulancia para llevarlo a un centro hospitalario.
Esperanzados en que Álex se pondría bien, a los 20 minutos confirmaron el funesto suceso.
Un paro cardíaco detuvo el ‘reloj de la vida’ de Alex.
Ante semejante noticia, el juego fue suspendido. Nadie podía creer la tragedia.