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Bandas de microtráfico estarían detrás de las ‘chiquitecas’ en Bucaramanga

La proliferación de fiestas juveniles clandestinas es alarmante por los alcances que, según los expertos, tienen las ‘ollas del microtráfico’ al interior de los propios apartamentos de los jóvenes. Las redes sociales son los ‘mejores canales’ que tienen los vendedores de sustancias alucinógenas para comercializar sus productos entre los adolescentes.

Consumiendo bebidas alcohólicas y también sustancias alucinógenas, más de 120 menores de edad fueron sorprendidos hace dos días por las autoridades policiales en una especie de ‘chiquiteca’ o fiesta clandestina en la vereda Los Cauchos, de Floridablanca. Además de la drogas, los uniformados de la Policía Metropolitana de Bucaramanga, Mebuc, les encontraron armas blancas.

No es la primera vez que esto ocurre. En marzo pasado, lo que parecía una ‘celebración de 15 años’ para jóvenes en un conjunto residencial de la Comuna Provenza, terminó siendo otra ‘rumba ilícita’, en la que se hallaron más de 100 adolescentes, con edades entre los 13 y 16 años, quienes se encontraban consumiendo bebidas embriagantes y estupefacientes. Al igual que en la ‘chiquiteca’ de Floridablanca, al registrar el sitio, se detectaron armas corto punzantes, preservativos y armas traumáticas.

¿Quiénes están detrás de estas ‘chiquitecas’ clandestinas?

La proliferación ilimitada de estas fiestas ilegales encubre una compleja y misteriosa realidad juvenil, desconocida para la sociedad y por las propias autoridades.

Para el historiador y politólogo, Julio César Acelas Arias, “estamos ante un escalamiento del tráfico y consumo de drogas, y los jóvenes son el grupo social más involucrado en este flagelo. Aquí juegan duros intereses de empresarios ilegales, como quiera que la renta que genera el negocio es ilimitada”.

Lo propio piensa el concejal Jaime Andrés Beltrán, quien ha investigado sobre el tema.

Él argumenta que “una chiquiteca es sólo un ‘anzuelo’, pues los jóvenes van a una fiesta con el objetivo de entretenerse, pero quienes están detrás de estas reuniones son organizaciones delincuenciales dedicadas al microtráfico”.

“En muchas de estas ‘chiquitecas’ participa toda una estructura que está financiando estas actividades clandestinas, las cuales dejan ver que el mercado oscuro del negocio de las drogas está penetrando al interior de los apartamentos o de las casas en donde viven los jóvenes; lo peor es que los padres de esos menores de edad desconocen esta amenaza que ha impregnado a sus hijos”, agregó.

“Los papás tenemos que estar pendientes de nuestros hijos. Yo me pregunto: qué hace un menor de 12 años, pasadas las 10:00 de la noche en la calle’’, señaló la progenitora de uno de los menores que fue sorprendido en la ‘chiquiteca’ que se ‘desarticuló’ en Floridablanca.

Ella reconoció que no “tenía ni idea de que mi hijo estuviera tan lejos de la casa. Obviamente, el tema es muy preocupante para mi familia y, en general para todos los hogares”.

Las propias autoridades policiales sostienen que, durante las rutas por la convivencia que se realizan todos los fines de semana en los cascos urbanos, se han logrado desarticular peligrosas bandas que usan a los menores para el crimen, para la drogadicción y para la prostitución.

De acuerdo con la Mebuc, muchas de las fiestas en el área metropolitana se realizan los fines de semana. Los ilegales organizadores las difunden a través de las redes sociales de Facebook e Instagram.

A través de esas plataformas se publican los afiches de invitación a las fiestas, pero sin dar detalles de ubicación. Los que quieren conocer sobre precios de entradas y dónde conseguirlas deben comunicarse a los números que en algún momento se publican, o por mensajes privados a través de las citadas redes.

Lo peor es que generalmente hay muchos menores, no hay horarios, ni mucho menos controles de ingreso ni de ventas de bebidas alcohólicas y, por supuesto, las drogas alucinógenas complementan la jornada.

Otra mirada

El politólogo Acelas Arias dice que, de igual forma, “lo que está ocurriendo es un elocuente indicador del déficit de espacio público que padecemos los ciudadanos, pero en especial los jóvenes, quienes viven encerrados en conjuntos residenciales y barrios populares, como en guetos, sin áreas públicas amplias y adecuadas, donde desfogar las energías juveniles, que son sinónimos de libertad, experimentación y viajes existenciales en búsqueda de la identidad”.

“Gozar de espacio público es sinónimo de creación individual e intercambio colectivo, de conversación, de goce placentero, de recreación y entretenimiento, y cuando este es escaso, aparece fácilmente la oferta de espacios clandestinos ilegales para ‘ser jóvenes’ a todo taco”, añadió.

No en vano en Bucaramanga se calcula que el déficit de espacio público por persona es del 50 %.

“De igual forma, desde la institucionalidad -alcaldías, ONG y sector privado-, hacen falta estrategias innovadoras e incluyentes, dirigidas a jóvenes y adolescentes. Se sabe muy poco sobre las mil formas que despliegan para socializar e interactuar”, añadió.

“Las autoridades son eminentemente reactivas, cuando hay denuncias por excesos, y todo se limita a la represión. Comprender el contradictorio mundo de las subculturas juveniles y las tribus urbanas es un imperativo, y es la clave para construir políticas serias que tengan impacto. Las redes cambiaron las interacciones de los jóvenes y sus formas de reunirse; eliminaron cualquier intermediación y son muy efectivas para el logro de su auto- reconocimiento”, puntualizó.

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