Con cantos, pólvora, ‘trapos’ y banderas, hinchas del Atlético Bucaramanga despidieron en el barrio Villabel de Floridablanca a Julio César Barajas, de la barra Pibes Chorros, quien murió asesinado en los disturbios ocurridos en Tolú.
El féretro fue llevado hasta el barrio Villabel donde la hinchada coreó: «Julio no está muerto, está vivo acá dentro, oh Julito oh oh oh oh», mientras lanzaba luces de bengala. El cuerpo fue trasladado de nuevo a su destino final en Tierra Santa.
Cabe recordar que Julio César falleció el pasado martes después de estar dos días y medio en una UCI por las heridas ocasionadas en la batalla campal que se formó en este municipio de Sucre, luego de que varios ‘hinchas’ tuvieran enfrentamientos con la misma comunidad.
Según los allegados y personas que estuvieron con él en ese momento, la víctima falleció por un machetazo en la parte trasera de una pierna, esta herida fue tan profunda que, al parecer, alcanzó a tocar una arteria.
Sin embargo, la noticia de su muerte cayó especialmente mal porque los allegados aseguran que él no era un hincha violento. “Era el más noble, no se metía con nadie, él cuidaba a sus amigos y daba buenos consejos, tenía una niña de cinco años, le decía ‘mi caramelito’, es muy triste ver que haya muerto en ese conflicto”, dijo una allegada.
¿Quién inició la pelea?
A pesar de que en un inicio se dio a conocer una hipótesis del detonante del conflicto, que apuntaba a que un pequeño grupo de ‘hinchas’ del Bucaramanga que pidieron almuerzos y se fueron sin pagar, a medida que pasan los días, otras versiones también han tomado fuerza.
Un testigo, hincha del leopardo de la Dinastía El Karmen, explicó que realmente ellos tenían mediodía ya en Tolú cuando todo sucedió, “llegamos en la noche del viernes, nos hospedamos y en la mañana estábamos disfrutando en la playa, unos se fueron a buscar almuerzos, otros estaban en la tienda”.
Agregó que “hubo un pequeño grupo de nosotros que tuvieron unos inconvenientes con algunos toludeños, pero al principio se calmó, ya cuando fuimos a almorzar esos mismos tipos llegaron al restaurante con piedras y machetes a buscarles problemas a los hinchas, no es que nos hayamos ido sin pagar, es que no podíamos porque esos tipos llegaron a pelearnos”.
Recalcó que ahí fue cuando inicio la “guerra tan paila”, sin embargo, el testigo resaltó que en ese municipio hubo una organización extraña para ensañarse contra los hinchas.
“Si fuera la misma comunidad, y las cosas sucedieran de un momento para otro, tomaría tiempo que se armara una oleada de gente con cuchillos y pistolas, pero apenas los pelados que fueron amenazados le hicieron frente a los pandilleros que los buscaron, empezó a salir gente de la nada con armas”.
El hincha aseguró que el papel de la Policía también fue represivo hacia ellos. Porque terminaron apoyando a los toludeños y a ellos les lanzaron gases lacrimógenos.
“Nosotros alcanzamos a ver a gente de civil apuntándonos con armas de fuego al lado de la Policía, nos partieron algunos vidrios del bus, y nos tuvieron retenidos hasta las 12 de la medianoche”, concluyó el hincha.
Los cuatro buses llegaron a Bucaramanga a la 1:00 de la tarde del domingo, de allí varios heridos se trasladaron a centros asistenciales para ser atendidos.
Actualmente hay dos hinchas del Bucaramanga que se encuentran con pronóstico reservado en Sincelejo.
La cultura del barrismo
Un líder de uno de los parches barristas del Bucaramanga, resaltó que constantemente buscan acciones que reflejen la no violencia, pues su ideología es vivir el fútbol como una fiesta acompañada de alegría y emoción por apoyar al equipo.
“Una situación como esta nos vuelve otra vez a estigmatizar, eso no se puede volver a repetir, todos queremos llegar sanos y salvos a casa, no queremos dar malas noticias, por 90 minutos de fútbol la vida no se puede acabar”, explicó el líder barrista.