“Me arrancaron una parte de mi alma”, las palabras de Saúl Alberto Campos, utilero y kinesiólogo del Atlético Bucaramanga, están llenas de tristeza.
Después de más de 30 años al servicio del equipo leopardo, hace dos días le informaron que daban por terminado su contrato, noticia que lo tomó por sorpresa.
Campos inició sus acercamientos al equipo cuando apenas tenía 16 años y se escapaba del colegio para acudir al estadio a ver los entrenamientos y ayudar a recoger balones y llevar agua a los jugadores.
Así, de a poco, y a escondidas de sus padres, se fue ganando la confianza del equipo. En 1991 finalmente fue contratado en las divisiones inferiores y cuatro años después en el equipo profesional.
En esas idas a los entrenamientos, Tiberio Villarreal, presidente del equipo durante la época, “vio que tenía el empuje, las ganas de trabajar y de hacer las cosas, entonces me mandó a las divisiones menores como kinesiólogo. Me pagó unos cursos de inyectología y primeros auxilios y así comenzó mi carrera con el equipo”.
Su vida ha transcurrido entre las canchas, ha sido testigo de los descensos y ascensos del Atlético, ha sufrido las derrotas y celebrado los triunfos como unos de sus hinchas más fieles.
Ahora lo hará desde la tribuna luego de que el pasado 13 de diciembre finalizara su contrato.
“La parte mía era la kinesiología, la parte de los masajes, la hidratación de los jugadores, trabajar con el médico en las revisiones, manejaba la utilería del equipo, todo lo que era la implementación deportiva, transportarme en una camioneta para llegar a los lugares de entrenamiento y tener todo al día para los entrenamientos.
“De verdad le digo que nunca tuve problemas con los cuerpos técnicos y administrativos, siempre traté de ser una persona responsable, uno cuando está en una empresa y dura es por algo, por la responsabilidad.
“Para mí el Atlético Bucaramanga es mi vida, mi pasión, después de mi familia era mi segunda casa, la verdad usted no sabe cómo me siento, fue toda una vida con la institución”… Las palabras se le cortan.
A sus 47 años, espera seguir trabajando con el fútbol, “me dolió mucho, no me dieron razones”.
“De ahora en adelante es esperar, Dios quiera salga algo, tengo salud, mucha vida por delante, sacar a mi familia adelante, trabajar, la idea es seguir en el fútbol que es lo que toda la vida me ha dado para subsistir y tener mis cosas. Duele y todo pero la vida sigue y no me puedo quedar en llanto y lamentos”.
Tras su salida, Saúl agradece a la hinchada por su apoyo y mensajes de cariño, “la gente de las barras me envió mensajes de apoyo por ser parte de una institución tan bonita como el Atlético Bucaramanga”.
También lo han hecho jugadores como Miguel Oswaldo González, el goleador histórico; Jorge Ramoa, Kiko Barrios, técnicos. “Del exterior muchachos que estuvieron conmigo, Juan Carlos Alarcón, Marcelo desde México, he visto el apoyo”.
Saúl seguirá con el amarillo y verde aferrado a su vida, “todo voy a extrañar, el fútbol me dio todo, es mi pasión, mi vida, mejor dicho arrancaron de mí una parte del alma, difícil de curar. Pero voy hacia adelante y la vida sigue, salgo de una institución hermosa como el Bucaramanga con la cabeza en alto, trasnoché, madrugué, salía de mi casa a las 4:00 de la mañana y se largaban esos palos de agua, llegaba mojado a la sede, pero era con aprecio y el cariño que le tengo a la institución”.
Y es que a pesar de nacido en Medellín es un santandereano más…
Su padre, quien se llamaba igual, fue el encargado de inculcar el amor por esa camiseta, algo que nunca va a olvidar Campos.