La vida de la familia Acosta Carvajal no ha sido nada fácil en Cali. Ellos tienen que luchar a diario para cumplir con todos los compromisos adquiridos, en especial Liliana Carvajal, quien es ama de casa y artesana.
Ese rol lo une a la ayuda que le presta a su hijo Mateo cada vez que sale de casa a sus entrenamientos al estadio Pedro Grajales, donde practica lanzamiento de disco y bala en la Liga de Discapacitados del Valle.
Lo anterior se debe a que Mateo depende de su progenitora al estar en silla de ruedas y padecer de las patologías de DX síndrome de Arnold Chiari tipo II con mielomeningocele más hidrocefalia, además de osteomielitis crónica en el izquión izquierdo, displacia bilateral, hipoacusia bilateral, hipotonía muscular en los músculos del habla y retardo cognitivo leve.
La campaña
Madre e hijo iniciaron la campaña para construir un ascensor con la finalidad de que Mateo no dependa de nadie para desplazarse, ya que residen en un tercer piso.
“Tengo 51 años, mi estado de salud está un poco delicada, mi hijo quiere ser independiente y salir adelante”, reconoció la señora.
Pero este deseo se vino al suelo cuando conoció el valor que costaría el elevador. Sin embargo, la persona que contactó, Santiago Ponce, quien lleva cerca de ocho años trabajando en temas de accebilidad para personas en sillas de ruedas, le recomendó que no pensara en esa solución, también en usar esos aportes para la compra de vivienda en un primer piso o una silla de ruedas por si los recursos no alcanzan.
El sufrimiento
Cada vez que el joven de 24 años y quien ganó la beca ‘Ser Pilo Paga’ en 2014 sale a entrenar, Liliana tiene que ayudarlo a bajar los tres pisos.
“Antes lo cargaba pero, con su crecimiento tuve que pensar en otras formas como por ejemplo sentado y hoy lo hacemos en carretilla”, afirmó.
Y una vez que sale a entrenar, Mateo, debe esperar por lo menos una hora para tomar transporte que lo lleve a la liga, deporte que le ha permitido ser una persona activa y de ganar varias medallas en eventos departamentales y nacionales.
“Hace un tiempo no hacía nada y por medio de un psicólogo del centro de entrenamiento donde hago terapia, me mandó a hacer algo que hoy es mi carrera”, reconoció el joven.
Pese a esa ‘terapia’ que tiene que vivir a diario, el atleta tiene claro su sueño: “Ir a los Juegos Paralímpicos París 2024”, que gracias al deporte lo mantiene sano, activo y con una mente abierta.
