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Conozca la historia del árbitro santandereano por adopción que se codea con los mejores del país

El juez de línea habló con esta redacción sobre su recorrido en el fútbol profesional.

La jugada la tiene marcada en la memoria: Jhon Viáfara desborda por el sector derecho, envía un centro rasante al área y Johan Fano, en fuera de lugar, marca el 2-0 parcial a favor de Once Caldas en la final del primer semestre de la Liga colombiana de 2009.

Wílmar Navarro, el juez de línea, legalizó la acción y lo que vino después fueron un sinnúmero de críticas de los aficionados y de la prensa y, por si fuera poco, una sanción por parte de la Comisión Arbitral.

A este tipo de situaciones los árbitros constantemente se ven enfrentados y, aunque muchos no logran pasar las páginas adversas, quienes lo hacen adquieren la experiencia suficiente para consolidarse en una profesión que es vista por encima del hombro, pero que requiere de la misma o incluso mayor disciplina de la que le imprimen los futbolistas.

Con el tiempo, aprendió a convivir con el ‘árbitro hijuee…’. Aunque constantemente le ‘sacan al baile’ a su mamá, él se concentra en su trabajo y en minimizar el error, con constantes actualizaciones teóricas, así como una rigurosidad en el aspecto físico para salir adelante en las pruebas que debe superar para ser árbitro Fifa y poder estar en los partidos del orden nacional e internacional.

Ser un futbolista ‘limitado’ en la parte técnica fue uno de los motivos que lo llevó, de muy joven, al arbitraje. Su pasión por el ‘deporte rey’ lo encaminó a seguir con el vínculo desde otro ángulo y allí encontró un nuevo estilo de vida.

“El arbitraje es mi pasión, es mi forma de vida. Desde que inicié me ayuda a integrarme como persona, a crecer como persona, es una profesión muy íntegra en la que mejoramos la persona. Uno vive y respira por esto”, reconoció Wílmar Navarro, ocañero de 43 años, quien es árbitro Fifa desde la temporada 2009.

Sus inicios fueron en el balompié aficioando, en ese que para él, es hasta más difícil que el profesional, porque no falta el jugador que se sale de casillas y no mide las consecuencias, el aficionado que quiere agredir o esos insultos a pocos centímetros de distancia.

“Existe cierto miedo por lo que puede pasar en un partido profesional, donde pueden lanzar algún objeto de la tribuna, o pueden invadir el campo de juego, pero son situaciones escasas y en el fútbol de barrio o los torneos aficionados es más riesgoso”, dice Navarro.

A Bucaramanga arribó hace alrededor de 20 años y se incorporó al Colegio de Árbitros de Santander. Fue escalando posiciones, superando filtros y, como cualquier profesional, pasó por la escuela (fútbol aficionado), colegio (Primera C), Universidad (Segunda División) y finalmente llegarían las especializaciones y maestrías (Primera División de Colombia y eventos internacionales).

Precisamente, uno de los factores que más realza la labor de Wílmar, que también se recibió como profesional de la zootecnia, es el hecho de mantenerse por 13 años en el más alto nivel; dirigiendo, entre otras, finales del fútbol colombiano, el Mundial Sub-17, y las finales de la Copa Libertadores 2014 y la Copa Sudamericana 2022.

“La verdad, nosotros nos preparamos para estar en la final, así como los futbolistas. Desde el inicio de cada año nos preparamos para eso y es muy gratificante cuando lo conseguimos, porque es la recompensa del trabajo disciplinado. Y no solo es estar, sino hacer las cosas bien, que se hable de fútbol y no de que fue malo el arbitraje o se cometió un error; salir limpio del partido es lo más importante”, sostiene Wílmar, quien en esos instantes complejos, como aquella final de 2009 donde no observó el fuera de lugar de Fano, la parte mental y la familia juegan un partido trascendental.

Efectivamente, para este juez de línea, que en alguna ocasión tomó el pito en el colegio porque faltó el árbitro y después entró en la órbita de las vestimentas negras y ahora de colores, “la parte mental es fundamental, para no dejarse golpear tan duro de las críticas, que a veces son destructivas; es importante el apoyo de la familia y de los compañeros árbitros, con quienes también se fortalecen los conceptos para mejorar”.

Y si de respaldo se trata, Wílmar, quien también destaca el aporte del VAR en el arbitraje, tiene detrás todo un equipo que no lo deja derrumbar, conformado por sus padres, hermanos, esposa y sus dos hijos que lo llenan de vitalidad con cada sonrisa y abrazos.

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