Eran las 6:35 p.m. cuando dos sicarios, quienes se movilizaban en una motocicleta GN y de color negro, aparecieron en el barrio Alfonso Gómez, ubicado en la comuna ocho de Cúcuta, Norte de Santander, y acabaron con la vida de un hombre.
Luis Enrique Arias Ortega, como fue identificada la víctima, fue atacado a disparos segundos después de llegar a su vivienda en compañía de su pareja sentimental. El crimen se registró, específicamente, en la manzana 48 lote 2, el pasado sábado 11 de mayo.
“Me quitaron al amor de mi vida, me mataron a mi esposo”, gritó la esposa de la víctima, mientras los pistoleros emprendieron la huida con aparente rumbo desconocido.
Aunque Arias Ortega fue auxiliado y trasladado hasta el Policlínico de Atalaya, los médicos nada pudieron hacer por él; llegó sin signos vitales.
La Policía Metropolitana de Cúcuta (Mecuc) llegó hasta el lugar de los hechos y activó un ‘Plan Candado’ para ubicar a los responsables, sin embargo, hasta el momento no han sido capturados. Estos sicarios, al parecer, vestían con chaqueta, bluyín y llevaban puestos los cascos, por lo que fue difícil reconocerlos.
En el lugar del ataque la Brigada Interinstitucional de Homicidios (Brinho) encontró cuatro vainillas, en medio de la inspección técnica de la escena.
Era comerciante
De acuerdo con la familia, Luis Enrique Arias Ortega no tenía amenazas en su contra, sin embargo hace dos años él habría denunciado que lo estaban extorsionando, lo que será crucial en la investigación.
“A mí nunca me dijo nada porque era muy cerrado y a lo mejor no quería preocuparme, pero no sabemos cómo una persona que le agrada a todo el mundo, lo pueden matar de esta manera”, entre lágrimas, reclamó la mujer
‘El Gato’, como le decían de cariño en el barrio por sus ojos claros, era un hombre de 36 años que durante toda su vida se dedicó al comercio. Aunque trabajaba en lo que saliera, desde hace 4 años había empezado a vender gas y cerveza en la zona.
Las personas que trabajaban con él describieron a Luis Enrique como un buen jefe, que por su habilidad para las ventas, el negocio del gas traspasó los límites de su barrio y comenzaron a venderlo hacia los sectores aledaños como Antonia Santos, Cerro Pico y algunas invasiones.
“El negocio de la cerveza también marchaba muy bien, pues la gran mayoría de los residentes del sector le compraban, principalmente los fines de semana, así fue que pudimos arreglar la casita”