La vida de Laura Margarita Medina Murillo siempre ha sido cercana a los libros. Esta sangileña de 62 años, aún recuerda que se asomaba a la biblioteca de su colegio y por la ventana veía los lomos de los libros. No se atrevía a entrar. Hasta que una de las monjas le alcanzó un ejemplar de ‘Margarita’ de Rubén Darío, dice ella que ese fue el libro que la animó a leer y escribir.
Laura Margarita vive desde hace 17 años en el Norte de Bucaramanga, y se ha dedicado a promover la lectura y la cultura en sus habitantes, especialmente entre niños y jóvenes.
Desde el comedor de su casa, ubicada en el barrio Kennedy, señala los barrios que ha recorrido con sus talleres de lectura y escritura creativa apoyados por el Instituto Municipal de Cultura y Turismo de Bucaramanga, IMCT, y la Red Nacional de Talleres de Escritura Creativa y Tertulias Literarias, Relata, del Ministerio de Cultura.
Apunta en todas las direcciones y menciona algunos de los barrios: Café Madrid, La Juventud, La Esperanza, Los Colorados, entre otros. Los conoce porque ha caminado sus calles. En 2005, recién llegada a este lugar de la ciudad, Laura Margarita conoció cómo la violencia y la pobreza aquejaban a los habitantes de la zona. Entonces, recurrió a los libros que tenía guardados en su casa, se acercaba a los ‘parches’ y grupos de amigos y les preguntaba, en tono bajo: “¿Les puedo leer algo?”, recuerda.
Laura Margarita ha escrito cinco libros, gracias a diferentes mecenas ha podido publicar tres.
¿Cómo llegó al norte?
Llegué al Norte por casualidad y necesidad, pero luego me di cuenta que este era el lugar donde debía estar. Me fui un tiempo pero volví. El Norte me abrió las puertas, la primera convocatoria de ‘Relata’ fue por mi trabajo acá, promoviendo la lectura en Somascos, La Esperanza y Café Madrid.
¿Por qué los libros para combatir esas problemáticas?
La literatura ha llegado en momentos en los que los jóvenes de estos sectores han necesitado de otra clase de entretenimiento, no tan formal. Acá la lectura no es tan académica, sino más ‘relajadita’. Puede que yo no sea la ‘academia andante’, pero si he visto cómo ha crecido ese apetito por la lectura.
No resulta fácil por los estigmas que hay del Norte
Yo tenía un eslogan: “Sí, los jóvenes del Norte están armados… de lápices y pinceles, pañoletas y sombreros para animar sus bailes y canciones”.
¿Una manera de protesta?
Sí, acá se hacen cosas que no se muestran. Acá hay pintores, escuela de formación artística, hay movimientos culturales. En esa época había una necesidad mayor. Cuando bajaba al Café (Madrid) a dar los talleres, los niños salían a abrazarme, yo no llevaba regalos, ni comida, les llevaba lectura.
¿Qué la motiva a continuar?
Los niños… ellos me tienen cariño, por donde voy me abrazan, me dicen “Hola, Profe”, y eso que no soy profesora (sonríe). Actualmente soy promotora de lectura y escritura, animando a los chicos. Estoy haciendo talleres de escritura creativa en los colegios del Norte. Hacemos ejercicios con aromas, a veces cuando a los salones entran los olores a carne asada, les pido que se concentren y escriban.
¿El contexto ha mejorado?
Sí, al inicio decían “qué pereza la lectura”, pero ahora se acercan y me piden recomendaciones, entonces ya les conozco los gustos y les hago sugerencias. Cuando estaba en la biblioteca ellos llegaban y me preguntaban qué actividades íbamos a hacer. Llegaban animados, con ganas de leer y aprender; eso es emocionante.
No ha sido en vano…
Siento que no he vivido en vano porque algo les he llevado algo a los niños para alegrarlos, en unos casos, para motivarlos; para que sean diferentes. Algunos me dicen: “Yo no puedo estudiar porque tengo que seguir lavando ropa porque mi mamá lavó ropa durante toda su vida”. Entonces les digo no, usted puede trabajar pero busque seguir estudiando y leyendo.
Además de los talleres ¿qué ha promovido?
Lideré un concurso de cuento y poesía “El Norte Mundo de Letras” en 2005 y me decían: “Usted está loca, allá en el Norte quién escribe, esa gente no escribe”. Un viernes se cerraron las urnas y al lunes siguiente llegaron muchas postulaciones, no había espacio, fueron más de 250 trabajos. Los cuentos y poemas ganadores se publicaron en un libro de Casa Total.
¿Está escribiendo algo?
Tengo un libro de diez cuentos que se titula ‘Las sombras del Norte’, pero no quiero autopublicar, quiero que alguna editorial lo publique. Son historias de personajes que conocí desde la época en la que llegué al Norte. Uno de esos cuentos es la historia de un estudiante de mi taller que soñaba con ser el pandillero más grande de la ciudad.