Ser taxista implica ser testigo de las situaciones más inesperadas y hasta las más angustiosas que puedan ocurrirle a un ser humano. De esto sí sabe Nelson Ricardo Pabón Contreras, quien tras el volante ha visto, sin querer, el deceso de un pasajero que ni siquiera tuvo momento de aclarar su destino.
No recuerda fechas, pero sí rostros y momentos. Este taxista, de 50 años, recuerda la vez que en el barrio El Reposo, un par de policías abrieron una de las puertas traseras del carro, para meter a un hombre al que ya le quedaba el último aliento.
“Recuerdo que lo vi morado. Había sido agredido tras una riña, y los agentes habían tomado la decisión de embarcarlo en mi taxi, pero ese hombre ya iba muerto, y lo peor, no tenía ningún doliente”, contó Pabón.
Lo cierto es que este hombre no tuvo ninguna opción sino llevarlo a un centro asistencial, pero los médicos claramente notaron que el paciente ya no tenía signos vitales. Lo que siguió fue peor. A este taxista le tocó rendir indagatoria, contar lo que había pasado y cumplir con todos los trámites para ingresar a la morgue a este sujeto.
Las antiguas ambulancias
Este es solo uno de los casos que este amarillo ha tenido que presenciar. Solo una historia de la amalgama de accidentes y heridos que transportó en su taxi. Eso sí, cuando se podía. Aunque en algunas ocasiones, según Nelson, las autoridades son quienes exigen este traslado.
Pabón fue uno de los taxistas que usó el vehículo para servicios de ambulancia, cuando era permitido. “En ese tiempo uno tomaba ese servicio, si había algún accidente uno recogía al herido y lo transportaba hasta el centro médico, allí le pagaban al taxista la tarifa, que eran por ahí unos 50 mil pesos”, aclaró.
En esos casos, el conductor se valía del pito, como un reemplazo de la sirena de una ambulancia, para abrir paso. Sin embargo, con el paso del tiempo esta actividad dejó de ser permitida.
Al respecto, este amarillo considera que fue una buena decisión, porque las ambulancias tienen todos los elementos para salvarle la vida a alguien en medio de la trayectoria.
Para Nelson, ser taxista lo ha hecho conocer el mundo más de lo que hubiera imaginado además de hacerlo testigo de todos los problemas que un ser humano puede tener, y también volverse cómplice de una acción, siempre y cuando esta sea legal y por una buena causa. “No todo el mundo puede ser taxista, así lo crean. Uno necesita calma, inteligencia y astucia. Además de un buen trato para agradar al cliente”, dijo.
Quiere tener su propio taxi
Si bien Pabón lleva 32 años siendo taxista, aún no tiene su propio carrito. Siempre ha tenido un patrón al que tiene que pagarle una tarifa fija. Sin embargo, no pierde la esperanza de comprar su propio vehículo y está seguro de que lo logrará.
“Ahora estoy pagando el apartamento que conseguimos con mi esposa, pero apenas saldemos esta deuda, empezaré a ahorrar para comprar mi propio taxi”, dijo.
Este hombre no se queja de sus patrones, dice que han sido buenas personas, que retribuyen muy bien su esfuerzo. Además destaca la importancia de contar con personas que apoyen a los demás a salir adelante.