Victor Elí Saavedra Palacios es de esos santandereanos echaos pa’ lante y a pesar de los ‘golpes que le ha dado la vida’ le gusta continuar con los desafíos y en la lucha por salir adelante.
Más conocido en el mundo del transporte como el “Tata Saavedra”, Victor se le ha medido a todo en sus últimos años.
Ha hecho cursos en el Sena, pinitos en la mecánica automotriz, diseño y moldaje para calzado, cursos de cocina para especializarse en chef y manipulación de alimentos, hasta un semestre de locución, fotografia y actuación…, en fin, es sin duda un ‘todo terreno’.
Cuenta que antes de ser taxista tenía una fábrica de calzado, por los lados de la Isla, tenía 40 empleados y que por cosas de las ventas quebró. Los almacenes de cueros lo ‘castigaron’; lo embargaron y perdió todo.
“Esa es la vida. Pero si uno cae hay que levantarse y salir a ‘guerrear’”. Ser taxista aprende a hacer el curso de la vida, de la universidad de la calle. Tenemos paciencia y no salirnos de casillas por las cosas que se ven a diario en la ciudad”.
“Cada día me acuerdo que no me preparé y no estudié. Me da tristeza sí, pero ahora me da nostalgia ver más a los jóvenes en vehículos usando plataformas y viendo cómo ‘entierran’ su futuro”, comental Victor, quie lleva 12 años manejando taxi.
A veces habla de más, pero no tiene ‘pelos en la lengua’. En temas de inseguridad le dice a las autoridades que hoy están perdiendo la batalla y que ellos -los taxistas- aún son los mal llamados ‘cajeros de la delincuencia’.
“Ya no es como antes, que teníamos billete del producido. Ahora todo esto cambió. A mi me han robado dos veces, y de día. Me da miedo trabajar de noche por tanta inseguridad, pero en ningún lado de Bucaramanga se siente seguro”. comenta Victor, quien además hace parte de la JAC del barrio Toledo Plata.
Dice ser un buen taxista, pues presta un servicio con elegancia y siempre con la responsabilidad y el respeto por los pasajeros.
“Le sirvo al cliente. Lo recojo y lo llevo donde me diga. Este es un trabajo de servicio. Siempre salgo a las 6:00 de la mañana y le ‘acelero’ hasta las 7:00 de la noche”, comenta.
Ha pagado décenas de infracciones, pues cuando no era taxista se dedicó a la informalidad y eso le sacó más de una cana.
“Trabajaba honrradamente en la Central de Abastos. Llevaba mi carro y transportaba alimentos, pero llegaban las autoridades a incomodar. Me llené de ‘partes’ y me tocó frenar el trabajo, sabiendo que esa gente necesita del transporte, pues allá poco servicio público hay”, dice.
Finalmente al preguntarle por la movilidad de Bucaramanga y el área comenta: “estoy mamado, así como lo digo en la radio. La movilidad está echa un caos. Las autoridades jamás le preguntan a un taxista qué le parece la ciudad; somos los que todos los días vamos de arriba a bajo los las calles y nos ‘comemos’ los trancones y sabemos del problema, pero nunca nos preguntan cómo darle solución”, puntualiza el “Tata Saavedra”.
Entre las historias del ‘poder amarillo’
Como buen taxista tiene sus historias. El “Tata Saavedra” cuenta que las anedotas no han de faltar en este oficio. Una de ellas es cuando se le suben las mujeres al taxi, sobre todo las que muestran de más. “Ellas a veces no tiene dinero para pagar y quiere que uno las lleve gratis, pero eso no lo puedo hacer. Le tratan de coquetear y les digo que ante todo el respeto. Me dicen que no las deje por la mitad del camino, entonces lo que hago es llevarlas al CAI más cercano y así me quito de encima el problema”.
