20 de los 38 años que tiene Ana Dolores Lamus se los ha dedicado a vender libros de segunda en una esquina del Paseo del Comercio de Bucaramanga. Es decir, durante la mitad de su vida ha dependido de los ingresos de las ventas informales.
Ella engrosa la alta cifra de trabajadores informales que subsisten en el área metropolitana de Bucaramanga, que para el primer trimestre del 2022 sumó 281 mil informales, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (Dane). Ana Dolores lo define como “un rebusque” y confiesa que ha vivido de esta labor porque “no conseguí coloca” (entre los informales de la región suelen referirse al trabajo o empleo con la palabra ‘coloca’).
Lo que sorprende de su trabajo es que, más allá de lo difícil que puede resultar para muchos estar a sol y sombra, desde las 7:00 a.m. hasta avanzadas horas de la noche, sentada en una acera, ella haya podido, en estos años, sacar adelante a sus cinco hijos vendiendo textos usados.
¿Por qué? Porque la mayor parte de los empleos informales no son bien remunerados, disminuyen la posibilidad de que esos trabajadores salgan adelante. Además, tienen un factor que genera consecuencias sociales como: “No hay derecho a licencias de maternidad o paternidad, no hay cobertura frente a accidentes laborales, no hay incapacidades médicas pagas y no hay ahorro para la vejez”, precisa el economista Germán Machado.
Dependencia
El área metropolitana de Bucaramanga se conoce, de forma tradicional, como una zona urbana informal porque su vocación económica ha sido el comercio y los servicios, sectores que tienen una alta dependencia a la informalidad.
Así lo comprueba la tasa de informalidad revelada por el Dane, que para el trimestre enero-marzo fue del 49,4%, para una reducción de 3,6 puntos respecto al mismo trimestre del 2021, cuando la tasa fue del 53%.
Esta disminución ya es una tendencia, según expertos consultados para este informe, porque los empresarios accedieron a subsidios del Gobierno, se aumentó el empleo por cuenta propia y subió la tasa de registro en la Cámara de Comercio, luego de tocar el techo en marzo del 2020, cuando se registró una tasa del 57,6%.
Ventas
Ana Dolores, rodeada de libros, cuenta: “Yo me di cuenta de que estos textos que la gente deja, o incluso los que piden en escuelas, colegios y universidades, pueden ser reutilizables. Los tomo para venderlos a precios módicos y ellos son una gran ayuda a la comunidad educativa”.
En esta labor no está sola. Junto a ella está su esposo, quien se ha convertido en ese ‘parce informal’, como ella lo llama, que le permite sostener su hogar: “En un día bueno nos hacemos entre $50 mil y $60 mil. Hay épocas muertas, como cuando los jóvenes salen a vacaciones, pero para eso nos rebuscamos vendiendo cajas de regalos o adornos”.
Ana Dolores confiesa que vivir de la informalidad no es fácil y, por supuesto, “representa para mi familia un gran reto. Sin embargo, gracias a este trabajo, que esté o no en los análisis económicos, me ha servido a mí y a mi familia para poder pagar el arriendo en un casa del barrio La Juventud y, sobre todo, para solventar los gastos del hogar”.
Formal vs. informal
“Estoy segura que muchos, al leer mi caso, pueden pensar que estoy invadiendo el espacio público o, de pronto, que estoy dándoles un golpe a las librerías porque, supuestamente, no pago impuesto. Pero no es así. Todos los libros que vendemos son usados y, en cierta medida, estamos siendo una solución económica para muchos padres de familia que encuentran, en los textos que nosotros recuperamos, un alivio para sus bolsillos”, justifica Ana Dolores su trabajo.
Esta vendedora informal no quiere que sus hijos sean vendedores informales y, por eso, “con mi esposo hacemos un tremendo esfuerzo para que todos ellos estudien. Tengo la fe de que, con los títulos académicos que ellos alcancen y con estrategias políticas de empleo de los futuros gobernantes, mis hijos puedan ser comerciantes formales algún día”.¿Qué pasa en Bucaramanga y su área?
Pedro Pablo Contreras, vicepresidente de Registro y Redes Empresariales de la Cámara de Comercio de Bucaramanga, explica que en el área metropolitana de Bucaramanga las cifras de informalidad han sido altas, tradicionalmente, incluso por encima del promedio de las cinco principales ciudades del país, situación que contrasta con la tasa desempleo que es inferior, de forma notoria, frente a esas ciudades.
De hecho, entre enero y marzo de 2022 el área disminuyó su tasa de desempleo y la ubicó en 9,8%, porcentaje que la situó como el centro urbano con menor desocupación en Colombia.
“Estas cifras muestran que el mercado laboral ha venido mejorando, pero, en gran medida, por la incorporación de trabajadores por cuenta propia que expresan altos niveles de informalidad. En las cifras a 2022 esta clase de trabajos creció en 28,9% frente al primer trimestre de 2021 y su volumen de participación dentro de los ocupados pasó de 40% a 42%”, precisa Contreras.
La doctora en Administración Isabel Cristina Rincón, decana de la Facultad de Ciencias Económicas, Administrativas y Contables de la Udes, afirma que el área metropolitana, tradicionalmente, ha sido una tierra de comerciantes, orientada a lo que se conoce como la economía popular, que sobrevive en los barrios. “Esto ha dado pie a la constante generación de informalidad”.
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Para Rincón, esta economía popular engloba a microempresas que no se formalizan y tampoco a sus empleados, “porque es costoso, incluso el propio empresario no está dentro del Sistema de Seguridad Social”.
Contreras dice que han notado una reducción en la informalidad en el área metropolitana gracias a los beneficios y subsidios del Gobierno en impuestos, nóminas y contribuciones financieras, “algunos incluso se han dado cuenta para que acceder a esto deben estar formalizados. A su vez, para reducir la informalidad se deben disminuir tantos trámites y costos para la formalización, tarea pendiente del sector público y privado”.
La académica Rincón recalca que ha habido un esfuerzo del Gobierno nacional por disminuir los aportes parafiscales, salud y pensión, que son las cargas que encarecen las nóminas, también se han dado subsidios para que los empresarios afronten la crisis que trajo la pandemia.
Implicaciones de un empleo informal
El analista económico Germán Machado, magíster en Economía y en Políticas Públicas, puntualiza que, aunque la mayor parte de los empleos informales los ocupan los trabajadores jóvenes y los menos educados, lo cierto es que en tres de cada cuatro hogares de Colombia hay alguna persona con empleo informal.
“Esto es un resultado muy preocupante pues la informalidad laboral es el principal factor que explica la pobreza en el país. Esto significa que se trata de empleos precarios donde los trabajadores están en una profunda desprotección. La informalidad genera vulnerabilidad y riesgos profundos para los hogares, ya que ante un evento adverso o una crisis económica, no tienen un adecuado esquema que mitigue las consecuencias nocivas”.
Por su parte, Juan Camilo Chaparro, doctor en Economía Aplicada y docente del Departamento de Economía de la Universidad Eafit, sostiene que la informalidad es una señal imperfecta de la calidad del empleo de las personas, por eso, la alta informalidad laboral en Colombia es un reflejo de la difícil situación laboral de millones de trabajadores colombianos.
“Un trabajador informal no suele tener un ingreso estable y sufre mucho para cubrir sus necesidades de gasto. En la mayoría de los casos, los trabajadores informales ni siquiera tienen una relación laboral. En cambio, obtienen un ingreso derivado de la diferencia entre los ingresos y los gastos de sus actividades económicas”.
“NO hay que dar papaya ni quedarse con los brazos cruzados”
Israel Flórez no sabe mucho del cultivo de papaya. Lo que sí tiene claro es que, en época de cosecha, “yo aprovecho el papayazo y le saco el mayor jugo posible a esta fruta”.
Según cuenta, aprovecha la bonanza de esa y otras frutas para ofrecerlas, a precios modestos, en las calles de Bucaramanga. En este informal oficio, él lleva 40 años. De hecho, comenzó a vender frutas desde los 15 años. Hay que verlo todos los días recorrer las calles del centro de Bucaramanga con su carretilla al frente: “Para este trabajo informal es clave tener espíritu y actitud, para que todo lo que se ofrezca se venda. Uno nace con su gracia para este oficio y, a decir verdad, yo me rebusco los clientes”.
Vive en un humilde asentamiento de la Comuna Nororiente, de manera más exacta en el asentamiento conocido como José María Córdoba: “Me surto de frutas frescas para iniciar mi diario recorrido, que parte desde Ciudad Norte y termina aquí en el Centro”.
Así ha sacado adelante a sus siete hijos, tres de un matrimonio inicial y cuatro de un segundo enlace nupcial: “Invierto entre $40 mil y $60 mil. Entre venta y venta logro ‘cuartillar’ hasta el doble. Eso sí, hay días en los que uno no encuentra nada barato en los mercados, entonces toca esperar la bonanza. Lo cierto del caso es que no hay que dar papaya ni quedarse con los brazos cruzados, porque del cielo nada me caerá”, sentenció.