El nacimiento se dio con la entrega de 48 viviendas por parte del Instituto de Crédito Territorial, destinadas a agentes de la Policía Nacional y funcionarios del instituto.
La ceremonia de fundación contó con la presencia del obispo de la ciudad, el alcalde Jaime Trillos Novoa y altos mandos de la Policía. En ese entonces, La Salle comprendía desde la carrera 28A hasta la carrera 29, entre las calles 67 y 67A. Hoy, casi 60 años después, el barrio ha crecido hasta albergar 300 viviendas y cubrir el área entre las carreras 27 y 29, desde la calle 67 hasta la 70.
En honor a sus raíces, el barrio cuenta con un parque que lleva el nombre del general Marcelino Giliberht, figura destacada de la Policía Nacional. Sin embargo, eventos que antes unían a la comunidad, como la conmemoración anual del parque cada 5 de noviembre, se han perdido desde hace más de tres décadas.
El barrio dispone de tres parques, los cuales se mantienen en perfectas condiciones gracias al trabajo coordinado de la Empresa Municipal de Aseo y el Área Metropolitana de Bucaramanga, por llamados de la JAC.
Además, el barrio cuenta con instituciones educativas como el Instituto Gabriela Mistral y un pequeño jardín estudiantil.
El problema más urgente para los habitantes de La Salle es el deterioro de las vías. La carrera 28 presenta un hundimiento debido al desgaste acumulado, lo que ha generado varios accidentes de tránsito.
“Solicitamos con urgencia el arreglo de las vías y del puente peatonal que nos conecta con el barrio La Victoria”, señaló César Escobar, presidente de la Junta de Acción Comunal.
Otro tema pendiente es la entrega del complejo deportivo que beneficia tanto a La Salle como al barrio vecino, Puerta del Sol.
Según Arnulfo Velandia, miembro de la JAC, las obras llevan dos años de retraso, lo que afecta a los jóvenes que entrenan allí, que actualmente no cuentan con un lugar.
En cuanto a seguridad, los residentes coinciden en que el apoyo policial durante el día es eficiente, gracias a la reacción del cuadrante y al trabajo de los vigilantes contratados por la comunidad. Sin embargo, la situación cambia después de las 11:00 p.m. cuando la presencia de las autoridades disminuye.
“Aquí el problema es la inseguridad en este sector. Parece que no existe un policía después de esa hora. Hace falta más control, sobre todo con los expendios de droga”, advirtió Pablo Antonio Hernández, un ex policía y residente del barrio.
Por otro lado, los vecinos han encontrado formas de autogestión para mejorar la seguridad, como los grupos de WhatsApp, que permiten alertar sobre situaciones sospechosas. “Mucho tránsito de motos, pero estamos atentos. Entre todos nos ayudamos”, comentó Rodolfo Torres.
Los habitantes han notado un aumento significativo en los costos de los servicios públicos, especialmente el gas, cuyo precio ha subido un 20% en el último año.
En cuanto a transporte, el barrio está bien conectado, aunque existe una falta de rutas hacia ciertos sectores de Bucaramanga como la carrera 27.
Los residentes esperan que las autoridades escuchen sus peticiones y trabajen en conjunto para mejorar las condiciones del lugar.