El 18 de agosto de 1989, un día que se grabó a fuego en la memoria de los colombianos, la esperanza se apagó. Un disparo resonó en la plaza de Soacha, muy cerca a Bogotá, silenciando la voz que clamaba por un país mejor, la voz de Luis Carlos Galán Sarmiento.
Después de aquel crimen, atribuido por las autoridades a una oscura alianza entre agentes del Estado y el narcotráfico, todo el país y el mundo entero siguen lamentando y repudiando. Con su verbo fácil y conocimiento de la realidad del país, Galán se atrevió a denunciar en la plaza pública y en el Congreso la descarada infiltración de las mafias del narcotráfico en la política y en la sociedad de un país sacudido en esa época por una cadena de violencia, corrupción y pobreza.
Sus palabras, como rayos de luz, buscaban dejar al descubierto la podredumbre de la política, la impunidad y la evidente alianza entre el narcotráfico y algunos gobernantes, dueños de equipos de fútbol, algunos miembros de la prensa, los bancos y otros sectores de ese entonces. Él, con su valentía y su carisma, se convertía en la voz de un pueblo que clamaba por un cambio.
Luis Carlos Galán Sarmiento fue un líder que se ofreció a la democracia de la época para ejercer, con valentía, la resistencia a semejante amenaza del narcotráfico, que pretendía llevar el ejercicio del poder a un Estado en manos de delincuentes.
Treinta y cinco años han pasado de ese vil asesinato, pero la herida sigue abierta; aunque también podemos decir que la imagen de Galán se mantiene viva e intacta. El dolor por su partida, un dolor que se extiende desde los rincones más lejanos de Colombia hasta el corazón del mundo entero, no se ha cicatrizado.
Las balas que lo arrebataron no solo segaron una vida, sino que destruyeron un sueño, un sueño que se levantaba con fuerza, un sueño de paz y justicia para nuestra tierra.
Para Eduardo Durán Gómez, director de la Academia Colombiana de la Lengua, autor de varios libros, exdirector de Vanguardia y miembro de la Academia Colombiana de Historia, “el líder Luis Carlos Galán fue sin duda uno de los políticos más sobresalientes del siglo XX en Colombia”.
“Su enorme capacidad de liderazgo y la manera afortunada como supo transmitir su mensaje de transformación política lo hicieron exaltar como la máxima aspiración del pueblo colombiano en su momento, al cual se le opusieron los políticos corruptos, las bandas criminales y los capos del narcotráfico”, agregó.
“Su vil asesinato constituyó una de las grandes frustraciones para esa Colombia anhelante de transformación. Está todavía pendiente la continuación de ese inmenso legado que está representado en sus ideas y en la capacidad de lucha que experimentó. Si Colombia llegara a tener otro líder de esa dimensión, volvería la esperanza para los colombianos”, añadió Durán Gómez.
Vale recordar que en el inmueble en donde vivió el inmolado líder Luis Carlos Galán Sarmiento, ubicado en la calle 36 con carrera 25, se hizo una intervención con alto diseño y arquitectura para propiciar espacios de encuentro ciudadano con un enfoque cultural. Cabe recordar que la vivienda fue ocupada por la familia Galán Gómez durante el tiempo en el que Luis Carlos Galán Sarmiento nace en Santander, 29 de septiembre de 1943.
Hoy, al mirar su estatua en la Plaza Cívica que en Bucaramanga lleva su nombre, recordamos su legado, una herencia que nos impulsa a luchar por la justicia, la transparencia y la verdad. Luis Carlos Galán Sarmiento no murió, vive en cada corazón que se niega a callar, en cada voz que se levanta para decir “no más a la corrupción, no más a la violencia, no más a la impunidad”.
Su memoria debería conducirnos hacia un futuro mejor, en donde la esperanza, el respeto por la democracia y el servicio a la comunidad sigan vivos. Un futuro donde la voz de la justicia se escuche con fuerza y la verdad triunfe sobre la oscuridad que suelen cubrir a los corruptos.