Hace dos semanas la ola invernal que ocasionó estragos en todo el área metropolitana de Bucaramanga despertó a toda la comunidad del sector ubicado detrás del Parque Recrear Juan Pablo II.
“Como a las 2:00 de la madrugada escuchamos un fuerte estruendo y no dudamos en salir de las piezas, afortunadamente estamos todos vivos, pero yo perdí mi taller de pintura y dos habitaciones más” relató Ricardo Sanabria Sanmiguel de 43 años.
La familia de Ricardo reside hace 40 años en la zona y desde entonces han vivido un “problema de años que nunca ha tenido una solución concreta, el muro que tenemos aquí está desde que se fundó el barrio” afirma Alex Sanabria, quien se tuvo que mudar debido a que en 2005 su vivienda quedó destruída.
Casi 20 años de angustia
Aunque la mayoría de viviendas arrancaron siendo cambuches, con el paso de los años sus habitantes se fueron haciendo a escrituras de terreno y a construcción de viviendas, hasta de dos pisos, edificadas en ladrillo y cemento.
En febrero de 2005, esta ‘Isla’ experimentó la furia del Río de Oro. La fuerza de las aguas arrasó con cerca de 30 viviendas de las aproximadamente 56 que se encontraban en la zona para la época de la tragedia.
Por lo menos, 42 familias de este barrio resultaron damnificadas y tuvieron que volver a armar sus ranchitos en el mismo sitio de la tragedia.
Incluso en agosto de 2023, se vivió de nuevo una situación similar cuando por lo menos 40 viviendas resultaron afectadas y el Cuerpo de Bomberos de Floridablanca tuvo que evacuar a varias familias ante el riesgo de colapso de las edificaciones.
A pesar de ser catalogado como zona de alto riesgo, la propia administración municipal no realizó ninguna obra de mitigación en los últimos 10 años y desde entonces, los gaviones han sido una promesa de campañas electorales nada más.
El costo de reubicarse
Tras los desprendimientos de este año, el director de la Unidad de Gestión de Riesgo en Santander, Eduard Sánchez, hizo un recorrido con el alcalde del municipio de, Campo Elías Ramírez y conocieron de primera mano la creciente del río en la zona.
Sánchez comentó en su visita que “recomendamos que estas comunidades que viven en zonas ribereñas sean reubicadas para evitar tragedias”.
No obstante, la reubicación de estas familias se convirtió en un asunto desalentador debido a que se les hizo llegar la cantidad de 500 mil pesos para se mudaran los grupos de entre cinco y seis personas.
Ashly Barrera, joven de 27 años y madre de un niño de tres años, manifestó que:”la cantidad que nos ofrecieron nos alcanza sólo para una pieza. Si nos vamos ¿qué va a pasar con nuestras cosas? No nos dieron una respuesta clara sobre nuestros hogares”.
Además, Barrera insistió que en el sector residen muchos niños y adultos mayores, los cuales también han visto comprometida su salud debido a las aguas estancadas en los escombros.