Los únicos que pueden evitar que Bucaramanga sea la capital mundial de la cumbia son los propios bumangueses.
Los mismos que que crecieron alguna vez dieron ese ‘besito con ron’ de Rodolfo Aicardi o quienes brindaron por el que estaba ausente a son de Pastor López.
Esos ciudadanos que ‘azotaban’ baldosa en los recordados bailes. Aquellos que gritaron a todo pulmón “¿Cómo voy a llenar este espacio vacío después de ti?”.
Justamente, a sus 12 años, Ricardo Quintero Salazar se enamoró del folclor, baile y alegría que desprendían sus vecinos al escuchar los ‘clásicos’ de la cumbia.
Criado en el barrio Villa Luz, pero con su corazón en La Cumbre, Ricardo desarrolló des muy joven el amor por la música ‘de nosotros’.
Es por eso que, Ricardo Quintero padre, le regaló una guitarra a su hijo al ver que había madera en ‘el pelado’ .
Primero fueron las seis cuerdas y con el tiempo se animó a soltar la voz. Como cantante, empezó con la muy adorada carranga, los requintos y tiples eran los fieles compañeros en los conciertos de ‘Richard’.
Sin embargo, el amor por la cumbia volvió como aquel viento que vuelve hacer como ayer. En 2014, su canal de YouTube y su página de Facebook se llenaron de homenajes a los máximos exponentes del género.
Cuando vio que su proyecto cumbiero creció a miles de vistas y que desde otras partes del país se generaba interés por las letras que cantaba, el cantautor decidió apostarle a mostrar ‘una ciudad transparentemente bella’.
Aunque algunas personas se expresaban en insultos hacia el ritmo y sus oyentes, lo cierto es que en centro comerciales, hoteles lujosos, colegios y conciertos multitudinarios se coreaban las letras del Grupo Celeste, Chacalón, Los Mirlos y las letras de las nuevas generaciones.