Desde las 8 de la mañana, la Cárcel y Penitenciaría con Alta y Mediana Seguridad de Girón, también conocida como ‘Cárcel de Palogordo’, abrió sus puertas para recibir la visita de un hombre con una apariencia particular. Vestía una camisa negra con una sola manga -brazo derecho-, jeans ajustados, cabello pintado de azul, gafas de marco verde, y en sus brazos, dos paquetes con alimento: “Estas son unas galleticas y estos son unos ‘tequeñitos’. ¿Sabes lo que son? En Colombia los conocen como palitos de queso”, dijo.
Los guardias del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) lo saludaron como si se tratara de un viejo amigo, incluso el capitán Eleasid Durán Sánchez, director del centro carcelario y quien conoce de cerca su trabajo y la importancia de sus visitas al lugar, se unió al saludo y expresó que contar con ‘El Mago’, cuyo nombre artístico es ‘Luisdra’, les ha permitido crear una red de apoyo para los internos, pese a la falta de personal. “Las personas que se vinculan de forma voluntaria a nuestras actividades fortalecen día a día estas acciones y él es ‘mágico’ para nosotros; su contribución es permanente y realiza un ejercicio que impacta de forma positiva a la población privada de la libertad”, argumenta Durán.
Ya dentro de Palogordo, ‘Luisdra’ observó a un grupo de internos que arreglaba un jardín a las afueras de la zona de pabellones y conversó algunos minutos con el capitán Durán.
– ¿Esa labor les suma en el buen comportamiento?
– Ellos están en fase de aprendizaje, han sido clasificados y se les permite hacer este tipo de actividades.
– Imagino que no es fácil para ellos lidiar con la frustración de estar ahí, sin hacer nada.
– Claro, eso es fuerte. Son los efectos de la prisionalización y sobre eso trabajamos”.
– Director, por eso me gusta venir, porque sé lo que es estar desocupado. Creo que muchas personas tomaron un mal camino, precisamente, por la desocupación mental.
La Cárcel de Palogordo dobla su capacidad en el número de internos. En este lugar se atienden a más de 2 mil hombres en diversos patios que, incluso, los agrupa por regiones del país. ‘Luisdra’ lo tiene presente y se acoge a los protocolos de seguridad del penal. En una comunicación escrita y enviada previamente a la Dirección, dijo que ingresaría con dos barajas españolas y que lo acompañarían dos periodistas y un realizador audiovisual para registrar su visita especial. “Vamos para la comunidad”, le respondió ‘El Mago’ al guardia del Inpec que preguntó a dónde se dirigían.
El pabellón al que hace referencia es la Comunidad Terapéutica ‘Fortaleza’, una estrategia de la creada por el Dragoneante Abdón Ribero Ardila, psicólogo clínico y magíster en Terapias Psicológicas de Tercera Generación, que hace parte del programa de prevención y atención a la drogadicción en dicho Penal. En este espacio, los privados de la libertad, de forma voluntaria, se adentran en una ruta de acompañamiento y tratamiento por consumo de sustancias psicoactivas como cannabis, cocaína y crack durante 18 meses.
El reclusorio adaptó el espacio en el que conviven 30 internos, aproximadamente, que reciben orientación psicológica y participan en actividades como acondicionamiento físico, cambios de hábitos, bailo terapia, sociodramas, juegos de roles y herramientas para formulación de proyectos de vida, entre otras actividades lúdicas. En la actualidad, esta iniciativa es liderada por el también Dragoneante Henry Rueda Díaz, psicólogo de la institución.
Desde las 8 de la mañana, la Cárcel y Penitenciaría con Alta y Mediana Seguridad de Girón, también conocida como ‘Cárcel de Palogordo’, abrió sus puertas para recibir la visita de un hombre con una apariencia particular. Vestía una camisa negra con una sola manga -brazo derecho-, jeans ajustados, cabello pintado de azul, gafas de marco verde, y en sus brazos, dos paquetes con alimento: “Estas son unas galleticas y estos son unos ‘tequeñitos’. ¿Sabes lo que son? En Colombia los conocen como palitos de queso”, dijo.
Los guardias del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (Inpec) lo saludaron como si se tratara de un viejo amigo, incluso el capitán Eleasid Durán Sánchez, director del centro carcelario y quien conoce de cerca su trabajo y la importancia de sus visitas al lugar, se unió al saludo y expresó que contar con ‘El Mago’, cuyo nombre artístico es ‘Luisdra’, les ha permitido crear una red de apoyo para los internos, pese a la falta de personal. “Las personas que se vinculan de forma voluntaria a nuestras actividades fortalecen día a día estas acciones y él es ‘mágico’ para nosotros; su contribución es permanente y realiza un ejercicio que impacta de forma positiva a la población privada de la libertad”, argumenta Durán.
Ya dentro de Palogordo, ‘Luisdra’ observó a un grupo de internos que arreglaba un jardín a las afueras de la zona de pabellones y conversó algunos minutos con el capitán Durán.
– ¿Esa labor les suma en el buen comportamiento?
– Ellos están en fase de aprendizaje, han sido clasificados y se les permite hacer este tipo de actividades.
– Imagino que no es fácil para ellos lidiar con la frustración de estar ahí, sin hacer nada.
– Claro, eso es fuerte. Son los efectos de la prisionalización y sobre eso trabajamos”.
– Director, por eso me gusta venir, porque sé lo que es estar desocupado. Creo que muchas personas tomaron un mal camino, precisamente, por la desocupación mental.
La Cárcel de Palogordo dobla su capacidad en el número de internos. En este lugar se atienden a más de 2 mil hombres en diversos patios que, incluso, los agrupa por regiones del país. ‘Luisdra’ lo tiene presente y se acoge a los protocolos de seguridad del penal. En una comunicación escrita y enviada previamente a la Dirección, dijo que ingresaría con dos barajas españolas y que lo acompañarían dos periodistas y un realizador audiovisual para registrar su visita especial. “Vamos para la comunidad”, le respondió ‘El Mago’ al guardia del Inpec que preguntó a dónde se dirigían.
El pabellón al que hace referencia es la Comunidad Terapéutica ‘Fortaleza’, una estrategia de la creada por el Dragoneante Abdón Ribero Ardila, psicólogo clínico y magíster en Terapias Psicológicas de Tercera Generación, que hace parte del programa de prevención y atención a la drogadicción en dicho Penal. En este espacio, los privados de la libertad, de forma voluntaria, se adentran en una ruta de acompañamiento y tratamiento por consumo de sustancias psicoactivas como cannabis, cocaína y crack durante 18 meses.
El reclusorio adaptó el espacio en el que conviven 30 internos, aproximadamente, que reciben orientación psicológica y participan en actividades como acondicionamiento físico, cambios de hábitos, bailo terapia, sociodramas, juegos de roles y herramientas para formulación de proyectos de vida, entre otras actividades lúdicas. En la actualidad, esta iniciativa es liderada por el también Dragoneante Henry Rueda Díaz, psicólogo de la institución.
Al entrar en la Comunidad, se escucha un extenso saludo de bienvenida y hasta ‘Aslam’, la mascota de apoyo emocional de los internos, ladró y saltó frente a los invitados y la visita de ‘Luisdra’, quien se sonrojó frente al grupo de jóvenes que lo esperaban. “Eso es porque traje los tequeños, no crean que es por mí”, le dice a las periodistas y al camarógrafo, pero la alegría de los internos dejan ver que es bienvenido y agradecen su compañía.
¿Quién es ‘Luisdra’ y por qué decidió impartir magia en un lugar donde la realidad pesa más que la fantasía y los sueños de cientos de hombres?
Luis Octavio Sánchez es un artista de 32 años que nació y creció en el barrio Bicentenario del Libertador en la ciudad de Maracaibo, Venezuela. Aunque su niñez estuvo marcada como deportista de voleibol, en las calles de su ciudad lo conocían como ‘El flaco de las cartas’. A sus 16 años conoció este arte en un suceso que denominó como ‘el mejor negocio de su vida’, pues en aquella época de colegio, mientras su mejor amigo le enseñaba trucos de magia, la novia de Luis lo abandonó. “Esa chica terminó viviendo con mi amigo. Entonces él se llevó a la chica, pero a mí me quedó la espinita por la magia”, recuerda.
Con el tiempo, el adolescente ganaba mayor fluidez en el movimiento de sus manos, incluso creyó en la posibilidad de medirse con otros expertos en el tema. Intentó entrar a un programa de televisión que reunía a los magos más reconocidos de Venezuela y, aunque se encontró con una negativa, su valentía llamó la atención de los artistas que allí participaban: “Vi lo que ellos hacían con cartas y solo pensaba: ‘yo ya hago eso’, ahí fue cuando me di cuenta de que uno a veces tiene sabiduría para algo en su cabeza y no lo sabe”.
Sin embargo, el inquieto muchacho aprendía de los mayores con disciplina y astucia. Entre sus referentes destaca con admiración y respeto al reconocido mago argentino René Lavand, famoso por su frase “no se puede hacer más lento”, de quien aprendió el carisma y la habilidad de realizar ilusiones con una sola mano, pues Lavand carecía de una parte de su extremidad superior derecha.
Un agosto que lo cambió todo
El 24 de agosto de 2009, Luis celebraba su cumpleaños número 18. Sin embargo, el festejo se vio empañado por el asesinato de su hermano mayor, Drainer Octavio Sánchez. En la edición impresa del diario Versión Final quedó para el recuerdo el titular: ‘Espantosa matanza anoche en Maracaibo’.
Según el medio de comunicación, a las 9:20 p.m., la policía regional encendió sus alarmas por el hallazgo de tres cuerpos sin vida en la vía Los Bucares. La única pista era una camioneta Cherokee marrón que fue reportada como robada; las víctimas se encontraban maniatadas en diferentes puntos de la zona y, de acuerdo con las autoridades, se trató de un ajuste de cuentas. Pero, para la familia Sánchez, los motivos siguen sin esclarecer pasados 15 años de esta tragedia. El suceso conmocionó a la opinión pública de tal forma que seis meses y diez días después, el mismo diario venezolano anunció la muerte de alias ‘El Oso’, quien sería el responsable del triple homicidio.
Esta situación le generó a Luis un dolor profundo y anestesió cualquier otra emoción en su vida. “Después de eso, ya nada me asombra. Todo en mi vida lo comparo con eso. Siempre digo: ‘yo ya viví lo peor’, entonces, lo demás no me va a doler tanto”, asegura.
Fue esa la razón que lo llevó a migrar a Colombia con su familia y dedicarse de lleno a la magia. “Aquí creen que yo me llamo ‘Luisdra’, pocos saben que yo me llamo Luis. Yo me ponía ‘Drainer Luis’, ‘Draluis’, ‘Luisainer’, pero al final me quedé con ‘Luisdra’ porque empecé a ser reconocido”, dice Luis Octavio. Según él, “cuando la gente me nombra ‘Luisdra’, es como dar un homenaje a mi hermano”.
La era mágica en Colombia
A su llegada a Bucaramanga, Luis tuvo que empezar de cero. Trabajó como ayudante de construcción y pintando casas. Cualquier oficio que pudiera darle un sustento era bien recibido, aunque no entendiera el dinero. “Cuando tú migras, no sabes para cuánto te alcanza un billete. Si algo vale menos, sabes que lo puedes comprar, pero al principio cuesta mucho”, explica.
Pero bien dice el dicho que ‘una sola golondrina no hace verano’, y para Luis Octavio el apoyo de otros fue fundamental. Aquí destaca su amistad con el artista circense Leonardo Andrés Vásquez, quien siempre lo ha apoyado. “Él es mi maestro y en su momento me dijo ‘ven para acá y yo te meto en un nicho del mercado’, y desde ahí empezamos a trabajar en los parques: yo con la magia y él con los malabares”, relata.
Con el tiempo, dos eventos se convirtieron en cuatro y estos a su vez en ocho. El carisma del mago resonaba en la ciudad y era requerido para cumpleaños, reuniones y celebraciones, entre otras fechas especiales. Poco a poco tejía redes y abría nuevas puertas, pues para él, “entre el talento y saber relacionarse hay una brecha gigante. Yo hago de todo un poco, soy inquieto, y aprendí que a la gente le gustaba era yo, no el truco”.
De esta manera empezó a conectar, incluso, con artistas reconocidos como el cantante vallenato, Luis Mateus, quien traería un recuerdo de lo que dejó en su tierra. “Mi hermano y yo teníamos un negocio y vendíamos CDs, y es muy loco porque la mayoría de los personajes de los que yo vendía CDs hoy son mis amigos. Drainer era muy fan de Luis Mateus, y yo en casa de él le decía: ‘no me vas a creer, pero mi hermano te quería conocer, y yo sin querer te conocí y aquí estoy con vos’, y es como tener un poco de él en mi nuevo hogar”, asegura.
Luis Octavio Sánchez vive de la realización de shows de magia y fue beneficiario del proyecto Oportunidades Sin Fronteras, financiado por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional – USAID.
Magia con sentido social
Bajo la premisa de que ‘la desocupación mental crea destrucción’, este artista ha realizado el que sería el truco más grande de su carrera: combinar la magia y la labor social para acompañar o guiar a otros. “Hay una cosa que ni la ciencia va a poder explicarte, y es la suerte de cada quien. Mi hermano se fue tan rápido que lo primero que pensé fue: La vida es muy corta, quiero hacer algo importante y voy a ayudar”, dice Luisdra.
Es así como el artista apoya el proceso de la comunidad terapéutica en Palogordo con talleres para el aprovechamiento del tiempo libre. En el patio, los internos organizan una mesa redonda y observan con detenimiento cada truco; los movimientos de las manos, las posiciones de las cartas, pero, sobre todo, el efecto que tiene este arte en ellos. “El mago nos saca de la rutina y nos lleva a sentirnos importantes, no despreciados por la sociedad. Entendemos la situación en la que estamos, aislados e incomunicados totalmente, pero la magia nos hace sonreír el alma y ha llegado a cambiar nuestro estado de ánimo”, expresa Jhon, líder de la comunidad.
Para algunos, esta habilidad se ha convertido en un canal para reconectar con quienes los esperan afuera. “Recuerdo que nos enseñó el truco de la teletransportación con una liga y yo se lo hice a mi mamá un día que vino de visita. Eso la hizo reír mucho, me preguntó que cómo lo había hecho, pero un mago no revela sus secretos”, relata Héctor entre risas.
“No le dije el truco, creo que ella se sintió feliz al verme así con esa actitud y esa sonrisa, a pesar de los años que llevamos en prisión. Desde el día que empecé a valorar a mis padres y a mi familia en este lugar, le he pedido a Dios que me dé la oportunidad de salir y darle a mi madre un motivo para sonreír, ya que le traje momentos difíciles, y creo que ese día lo logré”, expresa el joven.
Además de los talleres, el inquieto mago ha sacado provecho de otras actividades para profundizar en su labor con la comunidad. Es así como, en medio de los trucos, él hace pausas, reparte tequeños y lanza preguntas.
– He pensado en que podríamos hacer unas jornadas de ajedrez y de voleibol. ¿Por qué creen que les propongo el voleibol?
– Porque no hay roces entre equipos, ‘Mago’.
– Exacto, no hay contacto cuerpo a cuerpo entre equipos. El ajedrez y la vida tienen algo en común: si tomas una mala decisión o cometes un error, pierdes la partida completa. Lo mismo sucede con la vida; hay que ser cuidadosos en ambos casos.
Algunos de los internos muestran orgullosos sus habitaciones, las fotos que les mandan sus familiares, cómo tienen organizadas sus pertenencias y cuentan que allí llevan pocos años. Uno de ellos, proveniente de Medellín, mira la foto de su pequeña sobrina y dice que anhela un traslado para estar cerca de su familia. “Tengo una pena de 20 años, quiero estar en mi tierra y ver a la niña”, expresa.
Las historias de estos jóvenes están marcadas por hechos violentos y ‘Luisdra’ lo sabe, claro que no en detalle, porque tiene como regla no preguntarle a los internos por qué están tras las rejas. Para él, eso no es importante, tampoco lo inquieta en su trabajo, solo reconoce que la violencia les arrebató su vida presente y que su principal labor en Bucaramanga es sembrar algo de esperanza para los futuros inciertos de cada uno.
Antes de salir de la Comunidad, los jóvenes de nuevo se organizan. Dicen que tienen preparado para el equipo periodístico de Vanguardia una sorpresa. El Dragoneante Henry Rueda Díaz, pide a las periodistas que no se vayan sin antes conocer la orquesta que los internos han conformado y ‘El Mago’ aprovecha para animar a los internos, reírse de la goleada que el equipo de fútbol de Palogordo le propinó al onceno que él llevó para un encuentro de esparcimiento hace algunos meses y para recordarles que el próximo regalo que les llevará, además de las delicias gastronómicas venezolanas, será una malla para jugar voleibol.
Mientras cruza la cancha de fútbol del penal bajo los rayos del sol del mediodía, ‘Luisdra’ saluda a otros internos que se acercan y que le piden “haga magia, Mago”. Por su vestimenta, solo le falta un micrófono y una guitarra para empezar un concierto, pero él sabe que lo suyo es brillar con la magia. Ya en el sitio de ensayo de la orquesta, al ritmo de merengue y de las bromas que algunos uniformados del Inpec le hacen, Luis Octavio dice: “De ellos estoy aprendiendo la importancia de no cometer errores. Solo necesitas un error chiquitico para estar allá. Todos tenemos medio pie adentro de la cárcel y no lo sabemos. Eso siempre se lo reconozco a los muchachos y les agradezco”.