En 1961, nació Jose Ángel Mendoza Rodríguez en las inmediaciones de Cepitá. Hijo de dos campesinos, Demetrio Mendoza y Salomé Rodríguez, se crió en medio de los cultivos de yuca en Rionegro.
“Mis padres tenían una finca en la que sembraban de todo y con eso éramos felices” relata el segundo trabajador con mayor trayectoria en la institución educativa ubicada en Provenza.
Con tan solo 19 años, él aplicó a una vacante de auxiliar de servicios generales que le había informado un amigo que ya trabajaba allá. Siendo el sexto de siete hermanos, tenía entre ceja y ceja la idea de laborar en la ciudad.
Para su fortuna, se le dio aquella vacante de reemplazo temporal e incluso recibió nombramiento oficial. Aunque se tardó dos años, en 1983 Jose Ángel recibió el ansiado certificado por telegrama y fue nombrado por el rector en ese entonces, Oscar Muñoz Orrego.
La labor del auxiliar era una mezcla de diversas labores que iban desde el aseo hasta las reparaciones de aulas.
En aquella década el colegio vivía los ‘años dorados’ en los que contaban con más de 80 empleados en el plantel, diversas profesiones estaban al servicio: electricista, carpintero, plomero. odontólogos, choferes y, por supuesto, servicio de vigilancia.
El concurso
En 1994, el empleado que ya contaba con más de 10 años de experiencia se presentó a concurso y ganó el puesto de vigilante del recinto.
En aquella época y al sol de hoy, el Inem cuenta con vigilantes contratados y nombrados por el Ministerio de Educación. Mendoza Rodríguez es una de los pocos que poseen dicho estatus en toda ‘la ciudad bonita’.
Durante sus 30 años él ha sido ‘el rostro del colegio’, ya que quien desee entrar primero debe hablar con Mendoza. Él ha estado día y noche velando por la seguridad de una de las instituciones educativas más grandes de Bucaramanga.
Son 5 bloques y más de 100 aulas las que han sido recorridas por su calzado deportivo. Con el paso del tiempo ha compartido con diversos compañeros tanto humanos como caninos y con todos “me he llevado bien porque aquí hay que hacerse su buen ambiente” confiesa con orgullo.
Una celebridad entre generaciones
Ahora es recurrente cuando va hacer alguna diligencia a bancos u oficinas que sea reconocido por algunos exalumnos. Incluso, algunos adultos de promociones pasadas le piden el favor de mostrarles cómo está aquel espacio en el cual ‘se solían volar y cachar clase’.
Mendoza, forma en la que más de 30 promociones lo conocen, confiesa que “he pasado más tiempo acá que en mi propia casa y mi mujer me lo ha hecho saber”. Con 22 años de casados, él y Lucila Serrano han sacado adelante a su único hijo Julián José Mendoza Serrano, las jornadas de vigilancia son el motor de los estudios universitarios del jóven.
El fin de una era
Todos los días, el veterano servidor se levanta temprano para estar sagradamente a las 5:30 de la mañana recibiendo a los docentes y estudiantes. A pesar de que ya tiene 63 años, su energía y buen estado de salud lo impulsan lo impulsan a seguir sumando años en la labor que inició como un joven inexperto en los 80’s.
Sin embargo, el deseo de descansar y también de dedicarse a su primer hogar lo lleva a pensar que quizá esto u el otro año sea el último de toda una vida dedicada al servicio de la comunidad ‘Inemita’.