En un símbolo de unión familiar y diversión se ha convertido esta tradición dominguera que por excelencia se realiza en las orillas de los ríos y en balnearios de los diferentes municipios del país. Y es que desde hace más de 50 años es común el paseo de olla como alternativa turística para los colombianos, y Bucaramanga no es la excepción.
Alistar la gran olla con capacidad suficiente para toda la familia y los ingredientes infaltables para el famoso sancocho de gallina o un asado con todas las de la ley, se hizo más común en el puente de Reyes del 6 de enero, aunque es normal reunirse para ello un fin de semana cualquiera.
Cuando en la década de los 60 la ciudad estaba en crecimiento, los bumangueses consideraban que no había mucho para entretenerse, y más durante las festividades navideñas. No era fácil ir a una piscina o salía costoso armar un plan diferente y novedoso.
En ese momento, el Río de Oro, en Bahondo, Girón, fue blanco como referencia para disfrutar en familia y amigos, bastante atractivo para pasar los fines de semana.
“La gente buscó ampliar las festividades de forma independiente. Después de cada celebración se empezó a ir al río, como complemento de esos días”, indicó Pedro Carrillo, quien casi toda su vida ha participado en esta clase de paseos e incluso es propietario del balneario Brisas del Río junto a su madre, hace más de 40 años.
En otras ciudades también se fortaleció esta actividad, y en Bucaramanga, empezó a ser común reunirse en las orillas de los ríos para preparar un buen almuerzo y darse un chapuzón en los caudales que atraviesan los municipios aledaños.
Pero los asentamientos humanos que empezaron a instalarse sobre la ribera del río dieron pie a la contaminación en el agua, por lo que ya era riesgoso bañarse allí. Por ello los ciudadanos optaron por buscar aguas claras y llegaron al río Chicamocha, en Pescadero, el río Manco, hacia Aratoca y la vía hacia Rionegro, por el ‘Punto Cero’, en inmediaciones de Villa Ana y Bocas.
Por cualquier medio de transporte se llegaba a estos lugares, pues la emoción superaba cualquier obstáculo. Los camiones de estacas servían al público para trasladarlos a los balnearios, así viajaran de pie y amontonados. Incluso, muchos caminaban en familia con sus ollas y maletas sobre las vías nacionales.
En los últimos años, cuenta, a su balneario llegan cerca de dos mil personas, el cual tiene una capacidad para cinco mil bañistas. Y este cupo se ha llenado en varias ocasiones. Es un panorama que se vive en la mayoría de negocios.
Lo único que ha cambiado, destaca, es la cultura de los turistas. Muchos pierden los estribos al consumir alcohol, cosa que dice, no solía pasar antiguamente. Por ello los establecimientos deben requisar a cada visitante y mantener en orden cada momento para evitar algún inconveniente.
Lo único que ha cambiado, destaca, es la cultura de los turistas. Muchos pierden los estribos al consumir alcohol, cosa que dice, no solía pasar antiguamente. Por ello los establecimientos deben requisar a cada visitante y mantener en orden cada momento para evitar algún inconveniente.