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El Vampiro del 55: los crímenes que aterrorizaron a Bucaramanga

El asesinato de dos niños y la desaparición de otros dos menores convirtieron a un albañil en el hombre más perseguido en Santander. A este prisionero lo acusaron de cometer horrendos vejámenes contra niños que marcaba con letras y números. Vanguardia indagó esa historia, así como qué pasó con él.

Pedro Vicente Acosta habló con el ‘Vampiro’, 24 horas antes de que asesinara a su hijo de siete años, con tal sevicia, que se convirtió en el primer criminal en serie en la oscura historia judicial de Santander.

El asesino llegó la tarde del sábado 19 de febrero de 1955 a la Tintorería Internacional, ubicada en la calle 48 Nº 18-28, preguntando por un sombrero. El hombre se midió varios modelos, hizo infinidad de preguntas sobre gorros y birretes, para terminar despidiéndose sin efectuar ningún negocio, lo que le causó molestia a Pedro Vicente Acosta. Esa tarde el ‘Vampiro’ identificó a su víctima.

A la mañana siguiente, a eso de las nueve, Pedro Vicente Acosta envió a su hijo, David, hasta la tienda del barrio a comprar una panela. El niño cumplió el mandado y por orden del padre se bañó, se cambió de ropa y salió a la calle a jugar como era su costumbre dominguera. Desde ese momento nadie supo su paradero hasta el martes 22 de febrero.

Corrían las 11:40 a.m., cuando un grupo de niños sintió curiosidad al observar a lo lejos unos chulos que devoraban a picotazos un bulto que parecía ser un perro muerto. La chulamenta estaba alborotada unos 20 metros arriba del puente de la carrera 21 con calle 47. (Hoy Avenida La Rosita. Allí se construyó un puente peatonal en cemento para pasar una hondonada. Este era un paso de estudiantes).

Cuando los niños se acercaron atraídos por los chulos, encontraron que no se trataba de un animal sino del cuerpo semidesnudo de David. El menor estaba recostado junto a las ruinas de una pared, a cinco metros de la quebrada ‘La Rosita’, con señales de estrangulamiento y abuso sexual.

A pocos metros del cadáver estaba la camisa que llevaba David. Los hombres de Servicio de Inteligencia de Colombia (SIC) encontraron un papel sucio y ensangrentado en la prenda que contenía las siguientes palabras: “Vampiro-BIS 110”.

En el Anfiteatro Municipal, el médico forense advirtió que la muerte de David se produjo por la fractura de la segunda vértebra cervical. En su informe detalló que el cuerpo del niño presentaba marcas de mordeduras y golpes, entre otros atroces maltratos que produjeron la salida de varios órganos del cuerpo de David.

Los periodistas judiciales en las ediciones del día siguiente relataron en detalle las monstruosidades que el asesino aplicó al pequeño y que conmovieron a la puritana sociedad de entonces.

“El criminal le arrancó de un mordisco el ojo derecho, chupándole el contenido de la órbita. Se supone que el ‘Vampiro’, para saciar sus bestiales instintos, chupó la sangre de su víctima”, dijeron los periódicos.

A las 12:30 p.m., el SIC terminó sus diligencias y para ese entonces más de media Bucaramanga ya sabía que el ‘Vampiro’ (como los medios de comunicación bautizaron a este criminal), había atacado.

Un primer cadáver en Bucaramanga

Pedro Pablo Rey, de cinco años, salió de su casa ubicada en la carrera 29 entre calles 16 y 17, el domingo 20 de febrero, a las tres de la tarde para asistir con sus dos hermanos al catecismo de la iglesia de San Francisco.

A eso de las cinco de la tarde los hermanos de Pedro Pablo se adelantaron para llegar pronto a la casa. Alonso de 8 años y Elsa de 7, caminaron hasta encontrase con su mamá, donde descubrieron que el menor de la familia ya no los seguía.

Leticia Cancino, ex empleada del famoso café ‘Sol y Sombra’, buscó a su hijo en los alrededores del barrio, sin suerte. En la labor colaboraron vecinos. Leticia notificó a la Policía y recurrió a las principales emisoras de Bucaramanga. Casi a la media noche, Leticia regresó a su hogar sin conocer el paradero de su pequeño hijo.

Al día siguiente (lunes 21 de febrero), cuando un grupo de niños se dirigía a la escuela, a las 6:30 a.m., hallaron el cadáver de Pedro Pablo Rey. Estaba boca abajo, semidesnudo y era presa del desenfreno de aves de rapiña.

Por Bucaramanga la noticia corrió sin remedio y en cada cuadra era alimentada de forma personal hasta concluir que el cadáver del niño presentaba 20 puñaladas.

Horas después, el médico forense informó que no se trataba de heridas con arma corto punzante, sino que fueron producto de mordeduras. El galeno detalló que la muerte de David se produjo por la rotura de la segunda vértebra cervical.

El médico legista consignó en su informe que “el niño fue víctima de bestiales tratamientos y violación sexual. El agresor consumó en su inocente víctima los más absurdos y desviados propósitos, demostrando una perversidad morbosa que raya con lo inconcebible. Indiscutiblemente se trata de un homosexual sadista y sanguinario en grado superlativo”, como los que hicieron famoso al sombrío personaje del Marqués de Sade”.

Lo que más desconcertó a los hombres del SIC, fue detallar cómo el agresor escribió en el abdomen y músculos de Pedro Pablo, con lapicero de tinta color morado, las palabras: “Pedro Vampiro 88”.

Hasta ese lunes, el Servicio de Inteligencia de Colombia pensaba que el número 88 llevaba la cuenta del macabro registro de víctimas, aunque este era un caso inédito en los anaqueles judiciales de la ciudad.

Gritó por ayuda por el Vampiro del 55 de Bucaramanga

El hallazgo de los dos cadáveres, más la desaparición de los menores Gilberto Ramos y Jorge Cétares de 12 años, cuyos cuerpos no fueron encontrados según la literatura judicial de la época y cuyas muertes fueron atribuidas al ‘Vampiro’, causó pánico en los hogares bumangueses.

Padres de familia decidieron por varias semanas no enviar a sus hijos a estudiar, les prohibieron salir a la calle y mucho menos pasar por el puente de ‘La Cochera’ (avenida La Rosita). Durante dos semanas escuelas y colegios de la ciudad no abrieron sus puertas.

Fue tal el choque emocional en la ciudad, que la firma Gaseosas Hipinto ofreció la suma de 500 pesos a la persona que diera información sobre el paradero del autor de los crímenes. (En esa época arrendar una casa costaba mensualmente entre 10 y 15 pesos, así que se hablaba de una suma considerable de dinero).

En las estaciones de Policía creció por su parte el número de denuncias por desapariciones de menores de edad, pero en la mayoría de los casos las autoridades llegaban a la conclusión de que se trataba de una falsa alarma.

El SIC anunció a la comunidad “que era factible que en lugares próximos o distantes de la ciudad, el ‘Vampiro’ haya asestado otros golpes y que para evitar la intervención de las autoridades, sepultara a sus víctimas o las arrojara en sitios de difícil acceso para convertirlas en pasto de los cuervos y las fieras. Es necesario que el público colabore en este sentido con las autoridades y que acuda a los lugares en donde aparezcan bandadas de cuervos para investigar. En el caso que llegara a descubrirse cualquier crimen, que se presuma atribuible al ‘Vampiro’, el público debe abstenerse de acercarse al cadáver, ya que sobre el terreno pueden quedar huellas de indiscutible valor”.

Con la ciudad trastornada, el SIC encontró una pista sobre la posible identidad del ‘Vampiro’.

El niño Manuel García, de siete años, le dijo a la Policía que alrededor de las siete de la noche del domingo, cuando se encontraba jugando a media cuadra del lugar donde encontraron el cadáver de Pedro Pablo Rey, escuchó los gritos angustiosos de un niño. Manuel contó que le dio mucho miedo, por lo que salió corriendo para la casa.

Otro niño del sector, Ernesto Farfán, de siete años, residente en la calle 15 entre carrera 26 y 27, declaró que pasadas las siete de la noche del domingo, cuando pasaba la avenida, vio a un hombre vestido de oscuro, quien linterna en mano se metió al matorral donde apareció el cuerpo de Pedro, luego salió y esperó el paso del autobús ‘Romero Modelo’.

Los dos menores entregaron a los investigadores datos sobre la apariencia del ‘Vampiro’.

Arrancó una cacería para captura al Vampiro del 55 de Bucaramanga

La golpeada y mojigata sociedad santandereana inició una ‘cacería de brujas’ ante los dos muertos y dos desapariciones. Toda persona de la que se presumiera tuviera tendencia homosexual, se convirtió en sospechosa.

El 5 de marzo de 1955, los ‘chivos expiatorios’ fueron mostrados a la comunidad y encerrados bajo insultos en la cárcel de La Concordia, sí ubicada en el barrio del mismo nombre de Bucaramanga.

“El Juzgado Tercero Superior ordenó la captura contra Casimiro Antolínez y Jesús María Paipilla como responsables del delito de homosexualismo. Los sindicados confesaron con el mayor descaro sus delicadas actuaciones, enorgulleciéndose de practicar el comercio homosexual”, reseñó el documento del poder judicial.

El morbo por su parte hizo presa de los bumangueses, hasta el punto que una mañana se reportó el hallazgo de un cadáver de otro niño por los lados de donde en la actualidad se ubica el parque de la Sociedad de Mejoras Públicas. Aunque se trató de una falsa alarma, el simple rumor hizo que más de 300 personas se reunieran en el lugar.

Capturan al Vampiro del 55 de Bucaramanga

A las ocho de la noche del martes 22 de febrero, los hermanos Amado (niños de 8 y 9 años), se dirigían a la tienda ‘La Casita’, ubicada en la carrera 22 con calle 39, con el propósito de comprar varias mestizas.

Al salir se encontraron con un hombre que dijo regalarles juguetes si lo acompañaban hasta la quebrada La Rosita. Uno de los hermanos salió corriendo y a las pocas cuadras se encontró con dos agentes de la Policía, quienes salieron en búsqueda del hombre.

A la autoridad se le sumó un grupo de vecinos con palos. El hombre salió corriendo y fue detenido dos cuadras adelante. El hombre detenido fue identificado como Pedro Vicente Calderón Acosta, de 33 años, albañil y carpintero de profesión.

Los expedientes judiciales dan cuenta que había estado detenido y era prófugo de la penitenciaria de Pamplona. En 1945 fue sentenciado a nueve meses de prisión por hurto, al año siguiente purgó 12 meses por robo y abuso de confianza y en 1948 se le condenó a 21 meses por los mismos delitos.

Cuando el SIC lo detuvo, se presumía que estaba bajo los efectos de la marihuana. El hombre llevaba en el pecho pintados dos puñales y su cuerpo presentaba marcas de arañazos recientes.

Varios niños que fueron llevados a la Policía lo identificaron, en medio del llanto, como el hombre que les había hecho propuestas indecentes y les habría entregado dinero y juguetes para que lo siguieran.

La Policía informó que en la casa de Pedro Vicente Calderón Acosta, ubicada en la calle 39 Nº 20-21, se hallaron pantalones ensangrentados. La letra aparecida sobre el cadáver del niño Pedro Pablo Rey y en el papel junto al cuerpo de David, eran iguales a las huellas de caligrafía practicadas al capturado. Las pruebas de la dentadura salieron positivas con las huellas que registraban los cadáveres.

El ciudadano Ramón Méndez dijo al SIC que el domingo a eso de las nueve de la noche, Pedro Vicente Calderón Acosta, llegó a casa de su hermana Alejandrina Calderón, ubicada en la calle 41 Nº 2261, a comer tal como era su costumbre. Luego salió de la casa con otra ropa y llevando en la mano un misterioso paquete, que la Policía aseguró era la ropa ensangrentada.

De allí el testigo dijo que cruzó a la calle 39 para dirigirse a la casa Nº 20-51 donde dormía y lavaba la ropa. Al allanar la morada el SIC encontró ropa con sangre. En esa vivienda Pedro tenía un cuarto alquilado por 5 pesos mensuales a Gabriela Ríos, de 28 años. Desde entonces la gente llamó a esa casa como “la morada del vampiro”.

Al interrogarla, Gabriela Ríos dijo que “Pedro es un tipo bastante raro. Siempre llega de mal humor y no saluda a nadie. Tiene una mirada de asesino. A ratos llega borracho y nos mira con ojos de asesino.

Una vez intentó llevarse a la pieza a mi hija de cuatro años, yo me di cuenta y le pedí que me entregara la pieza. Otra vez lo encontré manoseando a un niño de una inquilina de tres años. La gente ya había venido a decirme cosas muy feas de ese sujeto. Como que le gustaban los niños y odiaba a las mujeres. Y es cierto porque jamás miró con buenos ojos ni molestó a las chinas grandes…”.

La habitación del ‘Vampiro’ era de aproximadamente unos tres metros de largo por 1,80 metros de ancho. La separaba un tabique de tablas del resto de la casa. Sobre el suelo había una estera y una caja de cartón llena de chucherías y otra con prendas de vestir. Gabriela Ríos dijo que desde que capturaron a Pedro, la vida se les había hecho imposible porque tan pronto se asomaban a la puerta de la calle, la gente les gritaba “las vampiras”, creyendo que eran familiares del asesino.

¿Era culpable, era realmente el Vampiro del 55 de Bucaramanga?

El caso de los asesinatos de los niños lo asumió el juez Segundo Superior del Distrito Judicial, Pedro Ardila Beltrán, quien el viernes 27 de febrero le dijo a los periodistas que el SIC se había precipitado al señalar a Pedro Vicente Calderón Acosta como el autor de los crímenes.

El reversazo en la investigación alteró aún más a la sociedad, que clamaba justicia, así fuera un inocente.

Al día siguiente en la calle se rumoraba que Pedro Vicente no sería el asesino y hasta se especulaba con otras capturas. Se dijo que el verdadero ‘Vampiro’ habría huido de la ciudad al darse cuenta de que las autoridades le seguían los pasos.

“El temible ‘Vampiro’ se vio acorralado y tuvo miedo de enfrentarse a la justicia, a pesar del desafío que hizo a las autoridades dejando estampada su marca en el cuerpo de las víctimas”, publicó Vanguardia Liberal en esa época.

También se coló a la opinión pública que las pruebas hechas a la dentadura no fueron confiables, que no se practicaron exámenes de sangre a víctimas y el acusado y que finalmente las autoridades no acordonaron el área, así que las posibles huellas que pudo dejar el asesino, fueron borradas.

Aunque el SIC negó cualquier tipo de tortura a Pedro Vicente Calderón Acosta, se conoció por fuentes secretas que en la cárcel de La Concordia lo mantuvieron con una mano amarrada a los testículos con cabuya (abrían un hueco al bolsillo del pantalón), le hicieron beber agua del inodoro y le introdujeron objetos en las uñas. Todo para que ‘cantara’.

De La Concordia el ‘Vampiro’ fue remitido al manicomio de Sibaté (Cundinamarca), después de ser examinado por médicos del Instituto Central de Medicina de Bogotá, quienes lo declararon como un “perverso instintivo de enorme peligro social”.

¿Qué pasó con el Vampiro del 55 de Bucaramanga?

El 19 de abril de 1955, el Juzgado Segundo Superior dijo que Pedro Vicente Calderón Acosta era el ‘Vampiro’ y que la investigación había concluido con el auto de detención. El ‘Vampiro’ regresó a los calabozos de Bucaramanga (en aquel entonces la mayor condena impuesta no podía superar los 24 años) y la historia se olvidó de él.

En 1973, 18 años más tarde, el sociólogo Emilio Arenas aseguró haberlo visto en la cárcel Modelo de Bucaramanga. Los presos lo conocían como el recluso más antiguo del penal, apodado el ‘Vampiro’.

“Tenía unos 55 años. Lavaba los platos de los internos. Y aunque ya había cumplido la condena, no quería salir de la prisión. Calzaba alpargatas, tenía los ojos pequeños y seguramente murió en la cárcel…”, cuenta.

Vanguardia Liberal buscó a los presos más antiguos de la Modelo, quienes aseguraron no recordar al famoso ‘Vampiro’. Lo cierto es que desde febrero de 1955 estuvo en las celdas del SIC Pedro Vicente Calderón Acosta y de allí no volvió a caminar libremente por la ciudad. No obstante, en mayo y junio de esa época, en Bucaramanga y Concepción, un hombre con idénticas características intentó llevarse a la fuerza a dos niños de 8 y 9 años respectivamente, con el propósito de abusar de ellos sexualmente.

El hombre escapó. Los periódicos entonces se preguntaron si era que el ‘Vampiro’ de Bucaramanga había regresado para explicar el por qué de su marca con los números 88 y 110.

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