Los 29 grados centígrados de Girón ameritan, sin duda, un raspado. Bajo el inclemente sol de este municipio, no hay cómo resistirse a este tradicional producto, que ha acompañado la historia gastronómica del Monumento Nacional por más de 50 años.
Las usuales sombrillas que resguardan a las vendedoras de cholados, raspados y bebidas refrescantes ahora están organizadas en las laderas del Parque Principal de Girón, enfrente de la Basílica Menor San Juan Bautista.
Por obras en la plaza pública, los comerciantes informales tuvieron que ubicar sus ‘puesticos’ en este sector, negándose a que esta tradición desaparezca.
Un negocio familiar
Ángela Olarte, de 44 años, retomó la venta de su madre doña Gloria Jaimes, quien vendía raspados hace más de 30 años en Girón.
“Desde que tenía seis ‘añitos’ venía al Parque, en compañía de mis padres quienes nos sacaron adelante con esta venta. De mis tres hermanos, solo yo me interesé por seguir con esa tradición familiar”, explicó .
Hace seis años, Angela tomó el mando de la venta familiar. Perfeccionó su técnica de los raspados. Aunque desde muy joven tenía idea de cómo se hacían, al pasar innumerables días observando a sus padres prepararlos.
Ahora tiene hasta ‘ayudante’, una joven quien se encarga de cubrir los turnos de entre semana. Ella decide vender el fin de semana y también los puentes festivos.
Un raspado saludable
Angela confiesa que desde su venta entrega un producto de calidad a sus clientes. “Preparamos esencias frescas para que las personas puedan disfrutar de un sabor especial, delicioso al paladar y que por supuesto sea de provecho”, añadió.
Aunque innovó como el resto de sus 12 compañeras, esta santandereana argumenta que el raspado que más se vende es el tradicional que está valuado entre los 4.000 y 5.000 pesos.
“A la gente le gusta más el de cola con mantecado. Aunque también cobran el de limón y el de chicle”, dijo.
Ahora, estas mujeres le han adicionado frutas para que sea un cholado refrescante, por lo que sumado a estos ingredientes, el raspado subiría a los 9.000 pesos.
Lo cierto es que esta mujer antoja a sus clientes con los aderezos que le pone a sus raspados: galletas, lecherita, y hasta helado, según lo que el cliente decida comprar.
“Los raspados siempre serán mejores en Girón. Es el municipio en donde los sabemos hacer y por eso la gente sigue comprando, pese a que el parque esté demolido”, agregó la mujer.
Para Angela, esta es una tradición que reúne familias, por lo que espera que pronto se adecue un sitio para la venta de este delicioso manjar, que ya hace parte de la cultura gironesa.
“Las familias suelen venir a disfrutar del raspado. Ojalá hubiera celeridad en el proyecto del parque, que iba a ser entregado en 10 meses, que ya pasaron y no vemos avances en la obra”, añadió.
Así que si quiere apoyar a esta vendedora, pásese por la Basílica y degusten una de estas especialidades en un día de sol.