Si usted transita por la La Novena, en la intersección que conecta este puente con la calle 45, puede ver a un joven con su balón de fútbol y sus muletas, haciendo toda clase de piruetas, desafiando la calle empinada, el sol, el smog, el ruido y el paso de los días. Él es Anderson Camilo García Hernández.
Es optimista y sobre todo, amable. Sonríe a todo el que lo saluda o le compra golosinas mientras hay cambio de la luz en el semáforo, lugar en el que suele estar por varios días de la semana, porque le gusta trabajar, “no quedarse sin hacer nada”, mientras espera una oportunidad deportiva y se prepara para salir a las canchas.
Cuenta que su condición se debe a que “no tengo un hueso en la cadera”, que alcanzó a ser un niño que corría y jugaba con un balón, sin el afán de algún obstáculo en su movilidad, pero se nota en su expresión que poco le gusta hablar sobre el tema: “No lo tengo muy presente, se deberá a varias razones. Nací sin ese hueso o tal vez Dios lo quiso así, que mi pierna izquierda sea más corta que la derecha, que con el tiempo me complicó la vida y pasé a depender de un par de bastones para poder movilizarme”.
En realidad, el cuerpo de Anderson Camilo empezó a cambiar a los 13 años. Los médicos le diagnosticaron acortamiento femoral, lo que significa que la cabeza del fémur no creció lo suficiente, que su pierna izquierda no se pudo desarrollar y quedó distanciada del piso por veinte centímetros.
Asimilar su condición no le ha sido fácil y asegura que para nadie lo es, y más cuando
el resto de la sociedad en ocasiones no entiende “mi problema personal” y menos su sueño de ser deportista y llegar a la Selección Colombia de amputados: “Tuve que enfrentarme a la vida de una manera diferente. Es lo que tengo por decir”.
Todo un guerrero
Se calcula que en Colombia existen en la actualidad al menos 78 clubes de fútbol para amputados o integrados por jugadores de campo que presentan una afectación en un miembro inferior, que juegan con muletas y se apoyan en una sola pierna. En el caso de los porteros, solo utilizan un brazo, de acuerdo con la Federación Mundial de Fútbol de Amputados, cuya sigla en inglés es WAFF.
Sentado en el separador del puente La Novena, Anderson Camilo cuenta que en 2014 su vida cambió al integrar una escuela de formación deportiva. El fútbol no le era ajeno, pues tenía un proceso que no quería desaprovechar, y fue así como hizo parte del primer equipo de fútbol de amputados en Bucaramanga llamado “Guerreros de Santander”, con el que lograron, entre algunos triunfos, el tercer lugar en el Torneo Nacional de Fútbol para Amputados en 2016 (avalado por la WAFF) y representar el departamento.
Todo se complicó para el deportista de 26 años cuando la disciplina se convirtió en su medio de sustento, pues entre los trabajos y el estudio, los momentos para entrenar cada día eran menos. “Todo lo que he afrontado es parte de mi vida y mis circunstancias, y gracias a Dios y al fútbol, me he podido mantener”, asegura.
Si bien en el país existe la liga profesional para este deporte que al igual que otras disciplinas no siempre tiene el respaldo financiero y deportivo que se necesita.
De las canchas a un semáforo
Generalmente, el trabajo de Anderson inicia a las 9 y 30 de la mañana y finaliza a las 3 de la tarde. Dice que todo depende de las ocupaciones que tenga, pues debe dejar espacio para los entrenamientos.
Cuando la luz cambia a rojo, él sale con su balón y comienza con los malabares. De vez en cuando una motocicleta o una bicicleta se cruza por la cebra roja con blanco, pero nunca invaden el espacio de su presentación. “Esta es una labor común y corriente, como cualquier otra”, comenta. “Estoy agradecido con todo lo que me dan. Soy de Piedecuesta, santandereano, y eso me motiva, me anima”, según afirma.
No se queda solo con la idea de llegar a ser un futbolista destacado, también busca trabajo en una escuela de fútbol, entrenar a niños y ejercer la carrera técnica que cursó enfocada en la orientación deportiva.
“No tengo un doctorado, pero creo que el estudio se basa más que todo en que lo que aprendes en una universidad y en las experiencias que la misma vida te da. Como digo, toda mi vida he jugado al fútbol, hice parte de escuelas de formación, terminé mi bachillerato e hice una carrera técnica, y sería muy bueno poder ejercer mi profesión aportándole a los niños a las categorías inferiores, y hacerlos mejores deportistas y personas”, expresa.
Los sueños
–Anderson, ¿cuál es su sueño?
–Esa pregunta es muy bonita, porque son muchos sueños.
–Cuénteme, ¿cuáles son esos sueños?
–Mis sueños se dividen en dos, en personales y en los que tiene todo deportista. De los personales puedo decir que en corto plazo quisiera tener mi vivienda propia en Bucaramanga, que mi familia esté estable y podamos vivir tranquilos y en paz. Más adelante tengo muchas cosas en mente, como lanzar una una marca de ropa deportiva, con mi propio logo, y lanzarme ¿no?, para que la gente me vea y me reconozca. ¡Ah! También diseñar camisetas, balones y otros artículos deportivos.
–Perdón que lo interrumpa. No me ha respondido algo importante. ¿Por qué está en este semáforo haciendo lo que más le gusta y no en una cancha?
–¡Hasta que logró sacarme la respuesta! (risas). Empecé a trabajar en las calles precisamente con caramelos y colombinas debido a que es la condición más fácil y en la que puedo desenvolverme con facilidad. Desde 2013 tenía esa idea en mi cabeza, empecé a elaborar mis propios caramelos y eso me permite mantenerme mientras no estoy en las canchas. Soy como esas personas que sacan una venta de empanadas o de papas, que le gusta ese oficio. Esto, como el deporte, me ha permitido acomodarme a la vida, a mis estudios y a lo que amo que es el fútbol.
–Y sus sueños como deportista, ¿cuáles son?
–Primero, que en nuestro país tengamos el apoyo necesario para que podamos tener nuestra Liga Nacional; segundo, poder estar en en la Selección Colombia porque el fútbol de nosotros también tiene selección y también jugamos mundiales de fútbol. En octubre pasado Colombia estuvo en el Mundial de Turquía y llegaron a octavos de final. Lamentablemente, no estuve en la Selección pero sí en el microciclo, en concentración, y no logré ser convocado. Hay que seguir trabajando, hay mucho talento, mucho jugador muy bueno, y el fútbol de nosotros es un poco más reducido, entonces los jugadores que convocan a una concentración a la selección son pocos. A propósito, el próximo año será la Copa Latinoamérica en Chile y estoy trabajando para que se me pueda dar la oportunidad. Y tercero, el sueño más grande que tengo es llegar a un Mundial y poder levantar la copa del mundo.
–¿Y la venta de dulces? No la veo en los planes.
– (Risas) Sí, se cansa uno en esto por los cambios de clima, pero siempre se debe trabajar de la mejor forma posible.