En Piedecuesta, la población indígena de la etnia Embera Dóbida requiere de más apoyo institucional.
Ya son más de dos años los que llevan en el municipio tras el desplazamiento forzado que vivieron en el Alto Baudó, en el Chocó.
Si bien la Administración Municipal les brindó la asistencia humanitaria durante los primeros tres meses; esta población requiere de más intervención, en materia de educación, vivienda y salud.
Son 60 personas que viven en hacinamiento, pues están divididas solo en tres viviendas. Así lo confirmó la Iglesia Evangélica Luterana, que las está asistiendo.
Lo más preocupante es la población de niños, que estarían desprotegidos en materia de seguimiento al crecimiento y desarrollo.
Guillermo Alexánder Gil Sayer, un sacerdote cooperante carmelita anglicano, quien ha estado acompañándolos en este proceso, afirmó que es necesario que entidades como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar se acerquen a esta población para evaluar el estado de estos niños, que son mayoría en su comunidad.
De los 60 indígenas Embera, 32 son niños, y de la primera infancia. Por lo que urge la presencia de estas entidades que velan por los derechos de los menores de edad.
Control de natalidad
Asimismo, una cifra que también preocupa es la de mujeres en estado de gestación. Según la Iglesia Luterana, cuatro mujeres se encuentran embarazadas.
Ante esto, el sacerdote anglicano, Guillermo Gil, señaló que algunas mujeres han estado de acuerdo con el uso de anticonceptivos, sin embargo, es necesario que se desarrollen campañas para ampliar esta cobertura.
Por otro lado, estos defensores de derechos humanos hacen un llamado a la Unidad de Víctimas para que se les brinden las garantías necesarias como víctimas de desplazamiento forzado, pues estas personas se encuentran en un momento difícil, sin seguridad alimentaria, y limitaciones en la comunicación, pues desconocen el español.
Además, los hombres han tenido que costear su hospedaje y comida, separándose de sus familias, para recoger café en San Gil.
Sin sus medicinas
Ante la falta de las plantas medicinales del Alto Baudó, esta población ha quedado ‘maniatada’, respecto a sus formas tradicionales de aliviar sus dolencias.
Además, no tienen los medios económicos y sociales para acudir a una farmacia.
En ese sentido, ha sido el Sacerdote Gil, quien ha contribuido con la enseñanza de otras plantas que podrían ayudar con el tratamiento de enfermedades respiratorias, que son las que más aquejan a esta población.
Sin embargo, la situación sanitaria en la que se encuentran es preocupante.