Cuando Jeimy llegó con sus hijos a Bucaramanga, desplazados como víctimas del conflicto armado, las rutinas y hábitos entre familia cambiaron por completo. Ella quería que los niños ocuparan su tiempo libre en acciones productivas. La inseguridad que sintió en el nuevo vecindario la intranquilizó.
Sus limitaciones económicas dificultaron la inscripción de sus hijos en algún tipo de actividad adicional a la jornada académica.
Pero al poco tiempo a Jeimy le ‘sonó la flauta’. En el colegio en el que matriculó a sus hijos se comenzó a implementar una iniciativa de formación musical, a través de la cual sus hijos aprendieron diversas habilidades.
Tras más de siete años de formación, este par de estudiantes escolares actualmente se encuentra viendo clases de violín y guitarra, en jornadas extracurriculares.
Los dos adolescentes recibieron becas para sus estudios en música, con el apoyo de la Corporación para el Desarrollo Cultural y Artístico de Niños y Jóvenes, CorpoArte.
A través del programa ‘1, 2, 3 a tocar’ dicha corporación formó a más de 10.000 menores de bajos recursos durante los últimos 12 años.
“Desde que estábamos en Cimitarra (Santander) a ellos les gustaba mucho la música. Allá los tenía en clases de batuta y flauta. Siempre me dijeron que querían aprender a tocar violín y guitarra. Gracias a Dios llegó este programa al colegio Francisco de Paula Santander Sede Don Bosco”, dijo Jeimy Rentería, madre de familia beneficiada.
Actualmente sus hijos tienen 14 y 12 años. Cada sábado acuden para aprender más sobre sus instrumentos a la sede principal de la Escuela Normal Superior, hasta donde llegan a pie desde el barrio Nariño.
En dicho plantel se dispuso uno de los tres centros orquestales que se habilitaron en Bucaramanga por parte CorpoArte, a través de los cuales se instruye a más de 300 menores de edad de bajos recursos en la actualidad.
“Los otros dos centros los tenemos en el barrio El Pablón, en el Norte de la ciudad, y en el templo católico Nuestro Señor de la Misericordia del barrio Los Colorados”, indicó Ómar Arias Urbina, licenciado en música de la UIS y Director de la Corporación CorpoArte.
El creador de ‘1, 2, 3 a tocar’ precisó que este programa se divide en dos fases. “Los niños reciben una primera experiencia en los colegios con refuerzo de facultades y capacidades humanas, expresivas, perceptivas y comunicativas. Articulan la música con asignaturas como matemáticas y lengua castellana”, explicó.
La segunda fase se lleva a cabo en los centros orquestales, con formación más especializada según el instrumento. “Estos centros están abiertos para toda la comunidad. El niño debe llevar el instrumento”, dijo Arias Urbina.
