Doña Teresita Hernández, como figura en su cédula, es la tendera más antigua del barrio Caldas. Hasta tres generaciones de este sector han comprado en su negocio y, lo más sorprendente, es que sigue siendo un mercado vigoroso y el más exitoso del sitio.
Hace 53 años, Teresita y su esposo decidieron abrir este negocio, en su propia casa familiar. De modo que acondicionaron la parte delantera de su casa, pues esta tiene dos puertas. Una que da al hogar, y la otra que abre la tienda.
“Mi marido mandó a hacer un escaparate en el barrio Kennedy, y es el mismo que tenemos para organizar los productos”, contó la dueña.
La ilusión de Teresita siempre fue tener su propio negocio. Desde los siete años esta santandereana de la provincia García Rovira, conoció el trabajo. “Yo laboré en casas de familia, en tiendas, ayudando a mis padres, y mi sueño siempre fue tener un negocio para toda la vida”, dijo.
Afortunadamente, su deseo se hizo realidad. Esta tienda, aparte de ser el sustento de su familia, se convirtió en un patrimonio del barrio
“Yo he comprado acá desde que tenía 17 años, o sea hace 42 años frecuento esta tienda. No la cambio porque tienen buenos precios y sobre todo la calidad de los productos”, argumentó Solangel Solano, una de las clientes más antiguas del negocio.
De acuerdo con Hernández, este negocio, desde sus inicios ha sido muy próspero. “Si cuatro o más casitas me proveían de ganancias en aquella época, imagínese ahora que el barrio ha crecido tanto”, agregó.
‘Echarse el negocio al hombro’
Surtir una tienda hace 50 años no era un asunto sencillo, menos en un barrio como Caldas, en que sus carreteras no estaban pavimentadas y caminar por allí era algo sumamente riesgoso.
De modo que, el esposo de Teresita tenía que comprar los bultos de arroz, de papa, de granos y subirlos al hombro hasta la tienda.
Esta costumbre de mercar en plaza no la han perdido aunque ahora la realiza una de sus hijas, quien ha sabido reemplazar muy bien a su padre. De las cinco hijas que tuvo Teresita, tres le siguen ayudando: Alba, Amparo y Jackeline.
“Desde que era pequeña colaboro en la tienda de mis padres, tanto, que aprendí a sumar más rápido que los demás niños en el colegio”, contó Alba Jaimes, una de sus hijas.