Juan Miguel Jaimes Pinto, más conocido como ‘Juancho’, era un joven muy servicial y alegre. Así lo recuerdan sus vecinos del barrio Bucaramanga.
Trabajaba como auxiliar de camión en una fábrica de gaseosas. ‘Camellaba’ duro pero la plata la gastaba ‘fácil’.
Al parecer llevaba un buen tiempo sumido en el mundo de las drogas y el alcohol, comentaron algunos allegados.
“El papá se le murió hace unos años y eso como que lo hizo entrar en depresión pero no lo demostraba. Aparentaba estar bien pero cuando tomaba mucho sí se le notaba la tristeza y siempre lloraba”, contó un conocido de ‘Juancho’.
Con la pérdida de su padre, ‘Juancho’ se convirtió en el hombre de su familia. Era el único varón de tres hijos.
Vivía con su mamá y cuidada de ella pero poco a poco la melancolía que ‘cargaba’ sin contarle a nadie, lo habría llevado a una fatal decisión.
Juan Miguel salió temprano el lunes a trabajar pero no llegó esa noche a su casa. El martes, hacia la 1:40 de la tarde, cuando una de sus hermanas llegó a la residencia y abrió la puerta de su habitación, lo halló sentado frente a su televisor.
Aún sin percatarse de la tragedia, la mujer le preguntó algo a ‘Juancho’, pero luego vio la soga que colgaba de su cuello. Los gritos sacudieron la cuadra de la calle 67 con carrera 9.
No tardó en agolparse un tumulto afuera de la casa, lamentaban su súbita muerte. Nadie parecía comprender qué lo acongojaba para que tomara ese impulso.
Ni siquiera sus familiares supieron darle razones a las autoridades. ‘Juancho’ era soltero, gozaba de salud y tenía trabajo.
Su única ‘perdición’ era el perico, contaron. Sin embargo sus amigos de bebida sí fueron testigos de sus ‘tormentos’, aquellos que escondía y que decidió finiquitar acabando con su vida.
