Por: Jorge Ríos
Siempre está ahí, inamovible. Un titán. A veces fuerte y otras no tanto, como si las fuerzas lo abandonarán, pero al final siempre sale adelante, sin dejar de fluir, de dar vida. En la provincia Guanentá todos lo conocen, especialmente los sangileños, y desde hace más de 20 años, los turistas.
A todos los recibe con la frialdad de siempre, aunque sin violencia. Es amable y confiesa que le gusta tratar con los turistas porque ellos lo quieren más que los habitantes de la región.
El río Fonce está cansado. Son muchas cosas las que lo atormentan, por eso, después de centenares de años, decidió hablar. Nunca lo había hecho, y entre tanta preocupación abrir su corazón es tal vez un acto desesperado porque teme por su vida. Se siente amenazado.
Desde hace muchos años espera que lo traten como un ser vivo y no como un objeto, es que son 98 kilómetros de extensión en los que alberga ecosistemas y literalmente vida.
Le preguntamos de todo y nos respondió con franqueza, digamos que con el corazón.
Q’: ¿Cómo se siente con su situación actual?
R.F.: Usted me ve aquí con suficiente agua y pensará que estoy bien. La verdad es que no. Vivo preocupado porque doy mucho, entrego lo mejor de mí cada día y de los humanos recibo muy poco. Ellos pueden dar mucho más, evitarme situaciones que ya no puedo resolver, así quiera ya no puedo. Siguen vertiendo sobre mí aguas residuales de los 11 municipios que están en mi cuenca, aguas de las casas y yo ya no puedo con eso. Hace 15 años cuando eran menos personas, tal vez sí, ya no. Aparte me quitan los árboles que me cuidan y me invaden con cultivos, me tiran desechos de las empresas, de las industrias, de las cosechas, de los hoteles y no soy capaz de limpiarme, es mucha contaminación. En unos años les voy a empezar a incomodar, porque no voy a ser capaz de producir suficiente oxígeno y voy a empezar a oler mal, en ese momento se van a preocupar y se van a dar cuenta que me estoy muriendo y no quedará mucho por hacer porque además está el calentamiento global.
Q’: ¿En serio está tan contaminado?
R.F.: Más de lo que creen, y lo peor es que con el paso del tiempo va aumentando. Los esfuerzos no son suficientes. Ya en estos momentos no puedo resolver la contaminación por bacterias, ya tengo sepsis, tampoco puedo resolver la contaminación por materia orgánica que llegan de las empresas y una cantidad de nutrientes que llegan con los fertilizantes del agro, y eso demanda casi todo el oxígeno que tengo. Los que aún puedo tratar solo son los minerales, el fósforo y el potasio, pero cuando me caen sustancias de productos químicos que tienen anillos como bencenos no puedo hacer nada.
Q’: Uno se acostumbra en algún momento a que le tiren aguas negras y materia fecal en el cauce…
R.F.: Nunca me acostumbro, eso jamás. No puedo acostumbrarme al maltrato porque soy un ser vivo y siento, nunca me voy a acostumbrar, que sean conscientes que eso me destruye, me resta muchas fuerzas para seguir batallando…
Q’: ¿Se siente tratado como un ser vivo?
R.F.: No. Me tratan como un objeto y a veces ni eso. Eso es una equivocación humana muy extraña. Si los seres humanos fueran tan inteligentes como dicen ser, podrían darse cuenta que soy un ser vivo. El que no lo reconozca es porque tiene un pensamiento ajeno a la vida y los invito a que reflexionen y que se acerquen a mí. Por ahí hay un grupo de ciudadanos que han querido lograr que en las leyes del hombre me den el título de ‘sujeto de derechos’, como sucedió con mi primo el río Atrato, pero no ha sido posible, ha faltado apoyo y la acción popular que presentaron se la tiraron de tribunal en tribunal, esperando a ver qué dice el Consejo de Estado.
Q’: Hablando de primos, ¿qué piensa de la Pequeña Central Hidroeléctrica que quieren construir en las aguas de su vecino el río Mogoticos?
R.F.: Ese es otro tema que me preocupa. Es nefasto. Esos proyectos generan una afectación muy grande, y a mí también me va a perjudicar, porque mi primo Mogoticos y yo estamos conectados. Lo que pasa es que hay parámetros que no miden y les interesa más el desarrollo energético o industrial que nuestra vida. Hay valores que no conocen. Los invito a pensar si realmente ese proyecto es necesario.
Q’: Se dice que no le gustan los turistas, y menos los que vienen a hacer rafting…
R.F.: Si no son muchos, y son juiciosos, me pueden visitar, me gustan que me visiten, que me tomen fotos y le cuenten a otros que existo. Confío más en ellos que en los locales, ellos han mostrado tener mas interés en ayudarme, en tratarme con respeto. El que no me conoce viene y se da cuenta de lo importante y maravilloso que soy.
Q’: Es decir que usted no se siente querido por los habitantes de San Gil y la región…
R.F.: Siento que me tienen admiración y respeto, pero no me quieren como yo los quiero a ellos. Eso me genera desazón, no entiendo porque el cariño no se concreta, estoy confundido porque estoy dispuesto a dar todo cuanto puedo dar y así lo hago.
V: ¿Qué piensa del proyecto de descontaminación que adelantan la CAS y Unisangil?
R.F.: Usted me habla del dispositivo de cavitador por vórtice que están probando. ¿Qué le puedo decir? Es un paso, pero no es suficiente, es mínimo, pero lo agradezco. Se debe hacer mucho más, tiene que replicarse ese esfuerzo y que más personas, universidades, ingenieros, entidades, científicos generen más ayudas. Será muy importante si hace que muchos otros se animen a crear tecnologías pensando en prolongar mi vida. No se le olvide que hay una orden judicial que le exige a la CAS, la alcaldía de San Gil y los otros 10 municipios que están en mi cuenca implementar acciones – plantas de tratamiento – para protegerme.
¿Qué regalos les pediría a los ciudadanos?
R.F.: Que armen veedurías para protegerme en los barrios y las veredas, que la CAS y las alcaldías se unan para gestionar recursos en pro de las petares y que dejen de deforestarme, de sacar material de arrastre en grandes cantidades de mi cuerpo, de construir a mis costados, de contaminarme y entiendan que no soy un negocio, que estoy vivo…