Por allá en la década de los ochenta – en el siglo pasado- una libra de estos animales costaba $500 pesos. Diez años después – en los noventa -, cuando empezaron a llegarlos turistas ya subieron a $2.000, y ahora, los que quieran ´matar’ el antojo, tienen que pagar desde $60.000 por 500 gramos de animales vivos.
Marco Fidel Flórez, un vendedor sangileño de toda la vida que hoy estaba con sus tres baldes llenos de hormigas vivas en la esquina de la calle 10 con carrera 11. Junto al puente Rojas Pinilla, recordó como los precios fueron evolucionando y a pesar de eso la tradición se mantiene.
Claro está, cada vez hay más personas fuera de la región y del país interesadas en este suculento plato y en cada temporada se consiguen menos hormigas.
Cada año, los insectos salen entre abril y mayo, en un espacio de tres semanas aproximadamente con condiciones específicas: Luna menguante, mucha lluvia en tardes y noches y un intenso sol muy temprano en las mañanas.
Actualmente están llegando hormigas ‘graneaditas’, dijo Flórez , haciendo referencia a que aún no se presenta un gran desove, momento al que popularmente se conoce cuando hay hormigas en todos lados. Ahora mismo, solo están llegando de Villanueva, Galán y Mogotes.
La gran salida está programada para la próxima semana y ahí el precio puede variar de acuerdo a los conceptos de oferta y demanda que marcan todo en el comercio.
La otra opción para comer culonas es comprarlas preparadas (tostadas) y ahí el precio puede llegar hasta los $160.000.
Hay comercializadoras que se especializan en este mercado. Ese es el caso de Carmen Ayde Romero Sánchez, quien aprendió de su familia a comprar y vender estos insectos. Las compra vivas y las entrega listas, empacadas en diferentes tamaños y enfocándose en los turistas. Hay hasta una tienda en España hasta donde han llegado sus hormigas.
Vivas o tostadas, Romero insiste en la necesidad de que las personas aprendan a reconocer las mejores hormigas, porque en medio de la demanda, a veces los compradores resultan engañados con hormigas que vienen hasta con aromatizantes y de otras zonas del país, muy diferentes a la tradicional. “La buena hormiga debe ser de colita roja y brillante”, aseguró.
Hay menos insectos
Los comerciantes como Romero y Flórez que cada año reciben los insectos que traen los campesinos están de acuerdo en que a medida que pasa el tiempo la oferta es menor.
Los daños que generan estas hormigas en algunos cultivos de los que se alimentan estarían generando que los productores apliquen venenos y procesos para reducir su población.