Ómicron ha puesto en jaque la estrategia china de «cero covid» con cifras de contagios inéditas en dos años, pero las autoridades no están dispuestas a cambiar de rumbo ni a renunciar al estricto libreto que llevan aplicando ya dos años y que les dio resultado frente a otras variantes.
«¿Qué pensaban, que China iba a dejar que la situación se descontrolase? Pues no. El coste no es bajo, pero merece la pena pagarlo para proteger la salud de la gente. De Wuhan en 2020 a Shanghái hoy, el país se ha movilizado sin fisuras para contener el virus», respondió desde Londres la Embajada china a quienes critican que la «cero covid» ya no es sostenible.
Los reproches, «provenientes de algunos medios occidentales», según el comunicado de la legación, «solo tienen un objetivo: sembrar discordia, crear pánico y difamar a China».
La cuestión es que ómicron ha devuelto a China a la casilla de salida en su particular «batalla» contra la covid, con fuertes restricciones a la movilidad, las fronteras cerradas al exterior y confinamientos de ciudades enteras como la metrópolis de Shanghái.
MIEDO A UNA EXPLOSIÓN DE CASOS
Si bien el resto del mundo se ha resignado a convivir con el virus, las autoridades chinas insisten en su estrategia pese a que la última oleada se haya saldado hasta el momento con dos fallecidos y un alto repunte de casos, especialmente asintomáticos, con más de 20.000 contagios diarios de este tipo en los últimos días.
China teme que abrir la mano suponga un abrupto aumento del número de muertes como ha sucedido en otros países vecinos -más de 300 fallecidos diarios en Corea del Sur este mes-, o tener que afrontar un hipotético colapso sanitario.
También preocuparía la falta de inmunidad de rebaño -con 161.692 casos confirmados desde que comenzó la pandemia, según las estadísticas oficiales- o la falta de vacunas de ARN mensajero: esta semana, la farmacéutica CanSino recibió autorización para iniciar ensayos clínicos sobre una tecnología inédita en el país asiático.
El 88 % de la población china, unos 1.240 millones de personas, han recibido ya la pauta completa de la vacunación contra la covid, y preocupa que solo alrededor del 80 % de los mayores de 60 años se hayan inoculado con al menos dos dosis, pero muy pocos tienen tres.
Según la Comisión Nacional sanitaria, el 65 % de los casos graves de esta oleada se contabiliza entre los mayores de 60, lo que llevó a las autoridades a «impulsar» -en palabras del funcionario Lei Zhenglong- la vacunación entre este grupo.
CONGRESO A LA VISTA
Entretanto, las medidas hacen mella entre la población y la tensión llega a las redes sociales, en las que se comparten vídeos de peleas de residentes con sanitarios, de falta de comida durante las cuarentenas o del maltrato y sacrificio con crueldad de mascotas de personas aisladas, y donde se empieza a cuestionar la eficacia de los confinamientos dada la alta transmisibilidad de ómicron.
Algunos expertos habían apostado por flexibilizar las medidas, pero las autoridades solo aceptaron agregar el adjetivo «dinámico» a su «cero covid» bajo la premisa de controlar «rápidamente» la transmisión y que los brotes tuvieran el menor coste posible.
«Hay que perseverar para lograr la victoria final», sentenció recientemente el presidente chino, Xi Jinping, quien, según la agencia Xinhua, «lidera personalmente» la respuesta china al virus.
Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, apunta a Efe que «un endurecimiento de las medidas era previsible porque el Partido Comunista (PCCh) no va a correr ningún riesgo».
«Son conscientes de que en cualquier momento la situación se puede descontrolar y eso les quita el sueño», apunta tras mencionar el XX Congreso de otoño, en el que se espera que Xi revalide su posición al frente del PCCh y del país para un tercer mandato.
Según algunos analistas, la atención estará en si el próximo Comité Permanente del Politburó (la cúspide del poder, compuesto por siete personas) cuenta solo con los más próximos a Xi o si entre los elegidos hay algún sucesor a la vista.
También si Li Qiang, secretario del PCCh en Shanghái, revalida su puesto en el Politburó en un momento de máximo escrutinio sobre los funcionarios: desde que comenzó la pandemia, el Gobierno chino ha despedido o reprendido a más de 1.000 por su «desafortunada gestión» anticovid, según datos del diario South China Morning Post.
IMPACTO ECONÓMICO
Y es que los funcionarios se enfrentan ahora a la difícil tarea de impedir rebrotes, pero también de no poner en marcha «restricciones excesivas» que supongan paralizar la economía.
Queda ahora por ver el impacto de esta última oleada en los datos del PIB del primer trimestre del año, que se publicarán el próximo día 18, tanto sobre la producción industrial como sobre la evolución del consumo interno.
«Los rebrotes ralentizarán la economía, pero como en otras ocasiones Pekín contrarrestará aumentando el gasto en infraestructura. A medio plazo es inversión desaprovechada y deuda a amortizar, pero a las autoridades les servirá para cumplir con sus objetivos de crecimiento -de un 5,5 % para este año-«, comenta el profesor Michael Pettis, de la Universidad del Pueblo, en su cuenta de Twitter.