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Mi Oficio Q’Hubo: Libardo García, el sonido de mil colores

A los cuatro años descubrió el gusto por la pintura. Sus primeros trabajos fueron en hojas de cuaderno, mientras escuchaba sus clases. Al crecer, realizó sus estudios en una escuela de arte, allí recibió el título de Técnico en Bellas Artes.

Nueve años tenía Libardo cuando sufrió un accidente que le ocasionó la pérdida total de la audición. Estaba haciendo ‘un mandado’ cuando quedó atrapado entre dos vehículos. “No me explico cómo quedé vivo”, dijo García mientras recordaba su niñez.

Sufrió fractura en las dos piernas y su cara se desfiguró. Tres meses duró en estado crítico mientras trataban de recuperar la melodía en sus oídos. Aunque visitó muchos médicos, la escasez económica ‘cortó’ sus esperanzas, ya que la única solución era un oído coclear, pero “yo no tengo esos recursos para cubrir ese gasto, aparte yo no estoy afiliado al seguro, solo tengo Sisbén”.

Sin embargo, ante las dificultades, nada fue impedimento para que el sueño de ser artista siguiera en pie. Con resiliencia y mucho esfuerzo, afrontó cada adversidad que se le presentó a lo largo de su camino.

Sus inicios

Los primeros ‘pinitos’ salieron a flote cuando cursaba la primaria, pero fue escéptico a su habilidad. En una de las procesiones que se llevan a cabo en Semana Santa, creó su primera obra: un farol con palos, caña y papel. Fue el ganador entre todos aquellos que decidieron poner a prueba su creatividad.

“Ahí supe que algo sería. Me dediqué con tesón y esfuerzo a realizar toda clase de trabajos con referente al arte”, agregó Libardo.

Pensando en cómo lograría su meta, se dio cuenta que necesitaba recibir instrucciones de un experto. Antes de los 90, conoció a Ronaldo Arciniegas, un maestro que “cayó como un ángel del cielo”. Fue su mentor hasta que, otra vez, llegó la escasez e impidió continuar con sus clases.

No se rindió. Se hizo amigo de otros pintores que lo ayudaron a seguir con su carrera. Juntos unieron fuerzas y se inscribieron a la escuela de artes que queda yendo hacia Piedecuesta. Para cubrir este gasto, Peña tuvo que vender el Q’Hubo durante tres o cuatro meses. “No me había llegado nada de pintura, entonces me tocó ponerme a vender el periódico. A las 4:00 a.m. ya estaba allá para recogerlos y venderlos”, dijo García.

Reunió la plata y con eso logró completar el pago de la matrícula, para así graduarse como Técnico en Bellas Artes. Con un título profesional, debajo del hombro, empezaba a cumplir cada una de sus metas.

“Yo mismo me dediqué con esfuerzo a crear mis propias obras. Pasé a hacer exposiciones con compañeros de Girón. Ahí fue cuando me di a conocer”.

Lento, pero con pasos seguros, Libardo hizo realidad su primera exhibición de arte como pintor. Fue exactamente en el año 1994, fecha en la cual todos sus esfuerzos comenzaron a dar fruto.

La pintura, su mejor regalo

“Si volviera a nacer y si no hay más, seguiría siendo artista. Creando y pintando lo que me rodea”, son las palabras de un santandereano que nunca ha puesto en duda su amor por las artes plásticas. 

Esa misma que lo motiva a levantarse todos los días a ‘montar’ el caballete, acomodar las pinturas y a plasmar una historia de colores, en la que, en ocasiones, como es el caso de la obra Los Mineros, él es el protagonista.

No planea lo que va a crear, simplemente le da ‘rienda suelta’ a lo que su mente pueda imaginar. Se sale de los estándares de la pintura, pues se centra su trazo en un tema específico. Pinta desde una mariposa hasta la fisionomía del cuerpo humano, por esta razón afirma que su arte es realista con tendencia al impresionismo y al collage. 

Su dedicación y compromiso con su profesión lo llevaron a obtener tres reconocimientos como Ciudadano Meritorio por el Consejo de Girón. Además de una certificación de honor en el Encuentro Iberoamericano de Artes Plásticas Javier Navarta 2021 en España, entre otros.

Aunque en algunas ocasiones su propósito se ha visto nublado por el miedo de fracasar en el intento, el ‘empuje’ santandereano y sus ganas de salir adelante, siempre superan cualquier adversidad.

La constancia hay que hoy, a sus 54 años, tenga “más cuadros vendidos que Vicent van Gogh, pero no sé dónde estarán colgados”, así lo afirmó Libardo, mientras en su rostro nacía una gran sonrisa. 

Finalmente, este gironés pasa su vida, al lado de su mamá, en el barrio El Llanito. La sala de su casa se convirtió en el taller de arte, donde inicia una historia diferente día a día. Este lugar también es la sala de exposición y venta de su arte, cualquier persona puede llegar y disponer de sus servicios como pintor. 

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