Al inicio de la audiencia, el niño subió solo al estrado donde el papa da su catequesis los miércoles y tras intercambiar algunas palabras con el pontífice también se sentó durante un momento en la silla reservada al regente de la Prefectura de la Casa Pontificia, Leonardo Sapienza.
Pero la intención del niño, como indicó en varias ocasiones, era hacerse con el solideo blanco del pontífice. Finalmente después de que le regalaron uno, regresó satisfecho con su madre, que se encontraba entre los varios miles de fieles presentes en el aula Pablo VI.
El papa que siempre sonrió pacientemente al pequeño antes de comenzar su catequesis afirmó: «Este niño tuvo la libertad de acercarse y moverse como si estuviera en casa» y lo agradeció «por esta lección» porque «los niños no tienen un traductor automático del corazón a la vida, los niños continúan” y también pidió «que el Señor lo ayude en su limitación y en su crecimiento».
Otros niños también en pasado se convirtieron en protagonistas de la audiencia al pasear libremente por el estrado cerca del papa e incluso sentándose en el silla destinada a Francisco, quien siempre valoró la libertad y la espontaneidad de los pequeños.