Tenían todo un juego de roles en su estructura criminal. Alias “Cuki”, “Chiqui” y “Laura” eran cabecillas, en el siguiente eslabón estaban los de la acción: los haladores expertos.
Eran muchos más, once en total, entre ellos una mujer conocida como alias “La Taxista”.
Luego seguían los extorsionistas -cinco en total- y por último los caleteros.
Así operaban
Los haladores aguardaban hasta altas horas de las noches y las madrugadas para recorrer tanto el norte como el centro de Bucaramanga; La Cumbre, en Floridablanca y el centro en Girón. En rondas a bordo de motocicleta, asechaban lasque estuvieran fáciles de llevar.
De manera brusca, a la fuerza, partían el pin de los seguros de la dirección y dañaban el sistema eléctrico de las motos. Se las ingeniaban para prenderlas de manera artesanal, se montaban y se la llevaban. Ya era de los bandidos.
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Una vez tenían las motos, quienes fungían como extorsionistas, esperaban que las víctimas publicaran en redes sociales el robo. Así los contactaban para exigirles entre 1 y 3 millones de pesos para devolverla.
Durante un año los investigadores de la Sijin de la Policía Metropolitana de Bucaramanga con la Fiscalía, coordinaron labores de inteligencia, investigación y seguimiento para reunir las suficientes pruebas que permitiera su captura.
Así como actuaban cuando la mayoría de personas acostumbra dormir, los agentes los sorprendieron en sus casas descansando.
Con orden judicial efectuaron los allanamientos y las capturas. Fue el fin de “Los Pitosos”. Ocho de ellos, entre cabecillas y haladores, fueron enviados a la cárcel, uno quedó en libertad condicional y los otro nueve quedaron con medida de detención domiciliara.