Según testimonios de residentes y trabajadores de la zona, el panorama ha empeorado notablemente en los últimos años debido al aumento de personas en situación de calle, venta de estupefacientes y actos de delincuencia que generan temor en la comunidad.
“Antiguamente, este sector era más residencial, pero con el tiempo y la cercanía al parque, se convirtió en una zona comercial. Desde la pandemia, el número de personas en situación de calle ha crecido, y con ellos, también los problemas de inseguridad”, señala Jorge Gómez, comerciante del sector. Agrega que esta situación no solo afecta la percepción de seguridad, sino que también ha impactado negativamente en las ventas: “se han perdido muchísimos clientes por el miedo a ser robados”.
Olga Lucía, otra comerciante afectada, destaca la presencia de delincuentes como uno de los principales factores que agravan la situación: “en el último año se ha incrementado el problema. Los clientes tienen miedo de acercarse porque temen ser robados, y cualquier vehículo que dejan estacionado está en riesgo de ser atacado”.
A pesar de los esfuerzos de los residentes por buscar soluciones, como la recolección de firmas y derechos de petición dirigidos a las autoridades locales, los resultados han sido insuficientes.
“Se recolectaron cerca de 200 firmas y las enviamos a la Inspección de ‘Papi Quiero Piña’. Nos dijeron que movilizarían a la policía, pero solo patrullaron las primeras dos semanas y no volvieron más”, afirma Olga Lucía.
La comunidad pide a las autoridades implementar patrullajes regulares en el sector y retomar sistemas de vigilancia que antes eran efectivos, como el sistema de cornetas que ayudaba a alertar sobre situaciones de peligro, pero que quedó en el abandono tras a muerte de don Roberto y el robo de los cables en el barrio.