Hablar de las cumbias en Bucaramanga en sinónimo de alegría, fiesta y baile.
Pero quien mejor que uno de los mayores exponentes, que por más de 20 años ha llevado esta ‘sinfonía’ a muchos rincones de la ciudad.
Oscar Ramos es un embajador de este ritmo popular, de una ‘vieja guardia’, que comenzó en Perú y que hoy se toma espacios entre jóvenes y adultos.
En la sangre lleva el ADN, pero en su cuerpo el tatuaje que lo caracteriza como un apasionado: “Solo Cumbias”.
Es samario, allí desde muy joven se enamoró de la música. Fue la champeta y por su puesto el vallenato, géneros que le dieron vida a su amor por los cánticos colombiano. Llegó a la capital de Santander en 1.992 y allí fue donde conoció la cumbia.
“Cuando llego a esta linda ciudad se me metió la idea de hacer concursos de bailes, rancheros, vallenatos y otros ritmos. Me la pasaba en la carrera 33, una zona musical insignia. Animaba discotecas y conciertos. Aprendí y con el paso de los años mi rumbo se encaminó a ser empresario o representante artístico”, sostiene Ramos, hoy de 56 años y conocedor del género más popular que identifica al bumangués.
Entre famosos
Se enamoró de la ‘Bonia’ y se quedó. Traía artistas para los bailes populares. Se ganaba sus pesitos y les daba diversión a cientos de bumangueses. Conoció a quién -dice él- fue el mejor exponente de la música tropical: Pastor López.
“Un gran amigo que se volvió compadre; fue padrino de una hija y siempre tuvimos una gran amistad. En los 90’, el ‘Indio’ y Los Corraleros de Majagual eran la sensación, por eso mucha gente se enamoró del género. Por eso fue punto de partida para que iniciara el camino de ‘pegar’ la cumbia del Perú”.
Y es que la música tropical y las cumbias peruanas tienen un sabor ‘pegajoso’, que incita a mover, por lo menos la cabeza, para llevar el ritmo.
No “Solo Cumbias”
Ramos ha hecho de todo. Desde vender contratos para ferias de pueblo, ser empresario, representante artístico hasta convertirse en dueño y amo de la “guerra de las minitecas”.
“En el barrio Niza de Floridablanca hicimos la primera y luego, con amigos, nos armamos la ‘guerra nacional’. Discovery, Macro Efectus, El Rojo, Picó y muchas más hacía que los jóvenes llenaran escenarios a donde llegábamos, pero como el tiempo va pasando y la moda cambiando, el futuro lo emprendí por la cumbia”.
A la par, desde hace muchos años, hace labor social. Lleva el género que lo enamoró en este último tiempo, a sitios lejanos, pero donde la cumbia suena mucho.
“La cárcel es un lugar oscuro para muchos, pero para mí es el escenario de la vida. Allí los reclusos disfrutan y aman las canciones. Soy un ‘embajador de buena voluntad’ que no busca reconocimiento, sino satisfacción por agradar y llegar con Las Cumbias, a deleitar y poner a gozar a la ‘vieja guardia’».